Por regla general, los ancianos son conductores prudentes, pero han perdido reflejos y reaccionan con mayor lentitud ante un imprevisto. También son responsables al volante, aunque a menudo se despistan en la carretera y ponen en riesgo su seguridad y la de los demás.
El envejecimiento de la población multiplica el número de vehículos conducidos por mayores y, por tanto, la probabilidad de accidentes. El asunto preocupa y los expertos debaten cómo gestionar la conducción en la vejez. ¿Hay que imponer límites cuando se llega a cierta edad, convencer a los ancianos para que dejen el carné o dejar las cosas tal como están?
Puesde leer el artículo completo en EL PAÍS.