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Marta Lorenzo

Bacterias que convierten energía solar en combustible líquido

Hace un par de años hablábamos sobre los descubrimientos científicos para convertir carbono en isobutanol, un alcohol que puede ser mezclado con la gasolina o incluso llegar a sustituirla. Un avance interesante, sí, pero lejos de este nuevo estudio científico que podría suponer una auténtica revolución energética a escala global.

Cómo almacenar las energías renovables es, quizás, una de la grandes asignaturas pendientes que quedan por resolver para que sean consideradas una alternativa sólida y factible a los combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón). Sin embargo, puede que la solución no este del todo tan lejos ya que, varios científicos estadounidenses de la Universidad de Harvard han conseguido modificar genéticamente una bacteria que produce combustible líquido a través de la energía solar. Este avance científico, de poder explotarse comercialmente a gran escala, supondría uno de los mayores descubrimientos para combatir el cambio climático y poner fin de la era de los combustibles fósiles.

El proceso de fotosíntesis en la hoja artificial con las bacterias modificadas genéticamente hace que se produzca biomasa cuando la luz solar se cruza con el agua y el dióxido de carbono. Esta bacteria «prodigiosa» produce directamente combustible líquido, sin pasar por el estado de biomasa y, además, es capaz de dividir el agua (H2O) entre oxígeno (02) e hidrógeno (H). De esta manera, absorbería el hidrógeno para combinarlo con dióxido de carbono y producir isopropanol (alcohol parecido al etanol).

Todo esto ha fructificado en la Universidad de Harvard, donde trabaja el químico Daniel Nocera y su equipo. Antes, en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, este estadounidense había desarrollado la «hoja artificial», una celda fotovoltaica hecha de silicio, cobalto y níquel que pretendía imitar la fotosíntesis de las plantas: capta la luz del sol para generar electricidad y la utiliza para lograr la hidrólisis, esto es, para descomponer el agua en sus dos componentes, el hidrógeno y el oxígeno. El equipo de Nocera había conseguido generar hidrógeno.

El problema del hidrógeno era almacenarlo, por eso ahora ha recurrido a las bacterias. El investigador alteró la genética de unas bacterias de la especie ralstonia eutropha y consiguió así su ayuda para manipular moléculas de hidrógeno y dióxido de carbono y generar, mediante una reacción química, el isopropanol. Al ser líquido se puede almacenar y transportar, sin dificultad y de forma segura. Además de generar biocombustible consigue atrapar el dióxido de carbono, principal responsable del calentamiento global.

Sin embargo, aunque estaríamos hablando de un proyecto que puede suponer un hito en la historia de la humanidad, su viabilidad comercial aún no está del todo clara, pero es importante que se hayan dado ya los primeros pasos. En 2009, Daniel Rocera ya fue nombrado una de las 100 personas mas influyentes del mundo según la revista Time y es uno de los investigadores más relevantes en temas relacionados con la fotosíntesis y la energía solar.

Vía: Ecoinventos
Más información: Estudio completo en la revista científica PNAS
Imagen: nationalgeographic.com

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