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Pablo Maza

El coche de la máquina del tiempo

1957, ciudad de Tulsa, Oklahoma. Allí las autoridades deciden enterrar en una bóveda de cemento una serie de objetos de la época que a modo de máquina del tiempo sería desenterrado 50 años después. Un paquete de cigarrillos, pinzas para el palo, un ticket de aparcamiento y el objeto estrella, un Plymouth Belvedere Sport, fueron los elegidos para dormir bajo tierra durante medio siglo.

Tulsa era por aquél entonces una de las ciudades norteamericanas con mayor número de vehículos y orgullosos de ello pensaron que «enviar» uno al futuro sería la mejor manera de demostrar el poderío a cuatro ruedas de la ciudad a las futuras generaciones.

Llegado el momento de desentarrarlo, tal y como establecieron las autoridades locales, el nuevo propietario del vehículo sería el que se aproximara más al número de habitantes que tendría la ciudad dentro de 50 años, en 2007. El coche se entregaría a su descendiente más directo.

El vehículo con tan solo 6 kilómetros de recorrido fue sellado en una bóveda subterránea, en el interior de un búnker que a priori lo mantendría a salvo de los achaques del tiempo.

Tulsa, 14 de junio de 2007. Toda la ciudad acude a uno de los eventos más esperados de los últimos tiempos. Había llegado el momento de abirir la máquina del tiempo y la expectación entre los que allí residían era máxima. El fervor pronto se convirtió en desilusión al comprobar que el hormigón con el que el búnker había sido construido no resultó tan aislante como en un principio se esperaba.

El vehículo, a punto de ser desenterrado

Al no haber sido sellado de forma hermética, el sarcófago tuvo que soportar las filtraciones de agua durante 50 años, por lo que todo lo que allí se guardó se encontraba en un pésimo estado. También el vehículo, incapacitado de por vida y totalmente oxidado.

El Plymouth Belvedere Sport en un pésimo estado

Según los expertos, un Belvedere de aquella época podría llegar a venderse en la actualidad por más de 50.000 dólares, aunque debido a su mal estado de conservación, su nuevo propietario solo se llevó a casa un montón de chatarra, aunque eso sí, también un bonito recuerdo.

Vía: sentadofrentealmundo

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