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Luis Ramos Penabad

Kissel, la marca que cayó con el crack del 29

Ahora que estamos en medio de una crisis global (qué os voy a contar), echamos la vista atrás para ver qué ocurrió con los automóviles en la mayor crisis económica moderna (hasta 2008). De entre el sinfín de marcas que cayeron en aquella época nos llamó la atención Kissel, una marca americana de coches excepcionales fundada por los hijos de Luis Kissel, un alemán que emigró a Estados Unidos y se asentó en la pequeña ciudad de Hartford, a 60 kilómetros millas de Milwaukee.

Como buen emigrante, a fuerza de la trabajar y llevar una vida frugal, a lo largo del siglo XIX la familia fue prosperando, y pasó de dedicarse a la agricultura a la industria y el comercio. Los dos hijos más jóvenes, Will y George, comenzaron entonces a experimentar con los automóviles: En 1905 construían su primer coche en la finca de la familia, un cuatro cilindros. Debieron hacerlo bien, ya que al año siguiente ya arrancaba la fábrica y la producción de los primeros Kissel.

Un Kissel Kar G-9 de 1909

Poco a poco los Kissel montaron un pequeño imperio. Añadieron a sus empresas fundiciones de aluminio, bronce y hierro, una línea de carrocería e instalaciones completas para fabricar coches, hasta el punto de que casi todos los Kissel que se fabricaron se realizaron en sus propias fábricas.

Contaron con uno de los mejores equipos de su época, con el ingeniero Herman Palmer, conocido por la calidad y la fiabilidadde sus creaciones y con el carrocero J. Friedrich Werner, todo un genio del modelado. Para poner la guinda al pastel los Kissel se vieron favorecidos por la pormoción que hicieron de sus coches algunos famosos, como el piloto Ralph  DePalma (que consiguió el récord de velocidad en 1919). Kissel compitió codo con codo con Buick, Nash y Studebaker (la marca de los fabulosos coches gigantes) y celebró su propia pesar de los precios significativamente más altos.

Durante la Primera Guerra Mundial la compañía produjo camiones para el ejército y floreció, pero después la fuerte competencia y la Gran Depresión hicieron que subiesen las pérdidas. El resto de compañías, cual aves de rapiña, lanzaron opas hostiles para hacerse con ella. Hasta su desaparición en 1930.

La empresa produjo en sus años de historia 35.000 automóviles, de los cuales hoy en día solamente se sabe de la existencia de 150 (parece que le llugar donde hay más es en el Museo del Automóvil de Wisconsin). Pero de todos los modelos que sacaron, en marcado contraste con sus turismos, destacaron los deportivos descapotables: En 1911 lanzaron el Semi-Racer, al que siguió el Gold Bug Speedster lo culminaron con el elegantísimo y rapidísimo White Eagle de 1929, el coche con el que se intentó reflotar la empresa, un vehículo tan especial que merece un capítulo aparte.

Información y fotos: Ames Historial Society, Old Car Brochures
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