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Luis Ramos Penabad

La plutocracia asalta el mercado automovilístico de Estados Unidos

Mientras en el viejo continente hablamos de las fábricas de coches que sobran y si algún día podrán aumentar las ventas de coches en Europa, los Estados Unidos viven una especie de enamoramiento con el automóvil. No es algo extraño. Los coches siempre han personificado el carácter americano, su estilo, su independencia y su dinamismo. El mercado automovilístico continúa explicando la economía estadounidense de forma muy fidedigna.

Si las cifras no mienten (no suelen hacerlo, sino el modo en que se emplean), la industria automovilística estadounidense se demuestra fuerte. Desde 2009, la producción de automóviles se ha duplicado y representa entre el 15 y el 20% de la recuperación económica. De hecho, Ford y GM aseguraban que en agosto pasado (cuando las ventas subieron un espectacular 17%) fue el mejor mes en los últimos siete años, y JD Power llega a afirmar que podría ser el mejor mes de la historia. Pero aunque el mercado automovilístico de Estados Unidos es importantísimo, no puede tirar solo de su economía.

Históricamente, la otra «pata» que tira del desarrollo de la economía americana era la vivienda. Cuando la gente no tenía deudas, compraba una casa. Y con la casa llegaba el garaje y con él, un coche nuevo. Así se cimentó más de la mitad de la recuperación en los 70 tras la crisis del petróleo y un tercio de la recuperación de la era Reagan a principios de los 80. También así se recuperó buena parte de la economía (algo menos significativa) en los 90 y 2000.

Pero el cambio radical ahora es que los coches están llegando a las casas como nunca… Pero no los compran los jóvenes, sino que ha aumentado la tasa de compra de las personas mayores de 55 años. Los jóvenes, sin trabajo, o con pequeños sueldos, han sido expulsados del mercado automovilístico, al igual que del de la vivienda. Ya no es que jóvenes de EE.UU. pasen del coche. Es que no pueden comprarlo.

En Estados Unidos ya se habla del advenimiento de una plutocracia del automóvil, de un 25% de ricos que compra la mayoría de los coches nuevos y un 75% que debe comprar coche usado. Sí, en España sabemos bien de qué están hablando, aunque en Norteamérica la diferencia entre grupos se acrecienta: en 2012 el 1% de los hogares más ricos ganaron tanto como el 60% de los de clase inferior… y ya poseen más riquezas que el 90% más pobre.

El problema reside en que se han esfumado muchos puestos de trabajo de ingresos medios (un 60% de los empleos perdidos en la recesión). Mientras tanto, en la recuperación, el 60% de los empleos ganados han sido en trabajos de bajos salarios. ¿A que esto también te suena a lo que ocurre en cierto país del sur de Europa?

Uno podría esperar que, ya que se venden tantos coches, su fabricación (y los trabajadores) aumente del mismo modo. Pues no. En Estados Unidos han alcanzado unos niveles de productividad récord. Tanto, que aunque la industria del automóvil ha sido responsable de 15-20 % del crecimiento económico, solamente representa un 2-3% de crecimiento del empleo. La producción de vehículos crece un 75% más rápido que el empleo total de la industria.

¿Por qué? Parece ser que las horas extras también alcanzan niveles récord. Y también, cada vez más, las empresas de automóviles se apoyan en empresas de logística que traen piezas y componentes de sitios lejanos (sobre todo México),  y ha desaparecido parte de la industria que solía rodear a las fábricas de coches. Esto también se vive en España, donde los coches son cada vez «menos españoles». En México, de hecho, ya hay una industria de componentes mayor que en Estados Unidos. Así son las cosas, una de las industrias más emblemáticas del país apenas necesita trabajadores estadounidenses para sacar sus productos a la venta.

Eso sí, habrá que ver ahora hasta cuándo los más ricos podrán sostener este modelo a base de comprar coches… ya que si los más pobres no tienen trabajos de calidad, a lo sumo que alcanzarán es a comprar un coche de segunda mano barato. El modelo sanea cuentas de resultados y marca índices de productividad asombrosos que se reflejarán en las nóminas de los directivos… ¿pero podrá mantenerse en el tiempo?

Fuente: The Atlantic

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