De que el mundo es mundo y de que siempre hubo adelantados a su tiempo no tenemos ninguna duda. Si bien ya hablamos de coches que tenían un diseño adelantado a su tiempo en esta ocasión hablamos de una tecnología adelantada a su tiempo y al nuestro.
Tecnología que nace de una necesidad y que persigue un propósito: que aparcar sea una tarea menos ardua en 1930, por que sí, esta tecnología que rescatamos hoy no es otra que el asistente de aparcamiento de Brooks Walker, un ciudadano que temía el momento de aparcar. Un genio, un titán, un visionario.
Problem = solution
Los rarunos años 30. Depresión en EE.UU, guerra civil en España, la década infame en Argentina. Se venían unos años bastante convulsos en la década de los años 30. En lo que nos compete, los cochecitos, cada vez se veían vehículos más y más grandes, crecían en tamaño y en peso pero su maniobrabilidad se estancaba y esto hacía que cosas mundanas, como girar o aparcar fueran algo más complejo que lo que conocemos hoy en día.
Cansado de esta situación, un visionario se enfundó los guantes y las gafas de soldar para inventar la primera de las ADAS de la historia, el asistente de aparcamiento.
Esto te lo tienes que imaginar como el típico comercial americano de teletienda:
¿Estas cansado de no aparcar? ¿Tus brazos se cansan al colgarte del volante una y otra vez para girarlo? ¡Te entendemos y tenemos la solución! ¡El asistente de aparcamiento Brooks Walker! (Sigue con un jingle de anuncio de los años 30)
Tras esta pausa publicitaria de nuestro patrocinador, te decimos que este asistente consistía en una quinta rueda que estaba semioculta en la zaga de los coches y que podía hacer girar el coche 360º. Sin más, nadie lo había pensado. Solo Brooks.
Brooks ex machina
El 21 de marzo de 1932, Brooks Walker registró la patente del primer modelo del sistema de quinta rueda retráctil. Este mecanismo se instaló por primera vez en un Packard Sedan de 1929 en el hueco resultante de la parte posterior si quitásemos la rueda de repuesto.
El mecanismo hacía girar al coche como un compás de dibujo gracias a un sistema hidráulico. El conductor solo tenía que usar una manivela situada en el interior para hacer descender la quinta rueda (como la de los remolques actuales) y accionar mediante botones la dirección de giro una vez que la parte trasera del coche se hubiese levantado del suelo. Con estos botones el coche podría girar de izquierda a derecha dependiendo de la marcha engranada (R o D) ya que el sistema se conectaba con correas al eje trasero.
La mejor idea del mundo en ese momento fue un fracaso monumental. Nadie quiso comprar su idea pero el persistente Brooks se las ingenió para que su idea no cayese en el olvido y la montó el mismo en el Packard Cavalier de su empresa y la utilizó en su día a día. Actualmente no se conoce el paradero de este coche, pero sin duda, debería estar en un museo.
No triunfó, pero se aprovechó
El persistente y visionario inventor no cejó en su empeño de instalar asistentes de aparcamiento en los vehículos y lo siguió haciendo hasta bien entrada la década de los 70. Prueba de ello eran los sistemas que perfeccionó en varios modelos llegando a crear varias versiones de su invento y prácticamente haciendo sistemas one-off para varios modelos.
En su historial de trabajo destacan las modificaciones en un Ford del 1950 o en un Oldsmobile del 57, ambos de carrocería familiar que le sirvieron para reinventar el espacio del maletero, colocando la banqueta a contramarcha, y pegada a los asientos delanteros, podría ganar mayor espacio para instalar el sistema y ahorrar unos litros de maletero.
Un sistema que no llegó a triunfar pero que al bueno de Brooks le sirvió para ahorrarse bastantes quebraderos de cabeza al aparcar en línea. Cuenta la historia que el Cadillac de la familia Walker recorrió más de 260.000 km y que su viejo Packard unos 80.000. Calcula cuántas maniobras se pudo ahorrar.