El protagonista de esta entrañable, y como señalamos en el título, apasionante historia, se llama José María Armangué. Un apasionado de los deportes de nieve que en 1907, a la edad de 17 años se iba a competir a Francia en un torneo de… ¡bobsleigh!
Si hoy en día este deporte se considera casi clandestino en nuestro país, resulta sorprendente la tenacidad de este muchacho para competir en su pasión. La decepción llegó cuando al llegar a Francia le comentaron de que debido a la falta de nieve se había cancelado el torneo.
Podía entonces guardar su «artefacto» hasta que volviese a nevar, pero pensó que sería más divertido si le ponía unas ruedas y así poder practicar todo el año. De esta manera, José junto a sus hermanos se divertían enormemente bajando a toda velocidad por las cuestas del Tibidabo.
Era muy divertido bajar, pero a la hora de volver a subir hasta la cima, necesitaba el impulso de sus hermanos dado el peso del aparato. Así que decidió ponerle un motor, surgiendo así su primer autociclo.
En 1914, Armangué en colaboración con sus hermanos, unos amigos y un préstamo de 65.000 pesetas montaban su propia marca de autociclos de nombre David. El nombre, hacía referencia al personaje bíblico que se enfrentó a Goliat. Y es que este pequeño fabricante tenía la pretensión de enfrentarse a los grandes de la automoción de la época.
Los inicios no fueron especialmente complicados, más bien todo lo contrario. Cuando los motores de la marca aumentaron en potencia y tamaño, el interés de los aficionados por estos autociclos aumentó considerablemente. Y más a razón de los excelentes resultados que estos cosecharon en varias competiciones deportivas.
El propio Armangué ganaría al volante de un David la Barcelona-Sabadell-Barcelona de 1914 con una velocidad media de 44 km/h.
Algo que se debe meter en el contexto de que los rivales eran de la talla de Bugatti, por ejemplo.
Tener un David se convirtió en el deseo de muchos jóvenes que incluso se compraban uno como primer coche. Sin embargo la tragedia no tardó en agriar el dulce éxito cuando en 1917, a la edad de 27 años, Armangué fallecía como consecuencia de un accidente de aviación.
El control directivo de la empresa deriva entonces en José María y Ramón Moré quienes aprovechan la capacidad productiva de la fábrica para la producción de pequeños taxis para la ciudad condal.
Y es que la influencia de David en el taxi de Barcelona es digna de mencionar. Fueron los primeros y únicos de la época en producir taxis de lujo con chófer uniformado. Algo que propició el hecho de poner una franja de color en el lateral del taxi para distinguir su tarifa. De esta manera, «los David» tenían una franja de color roja que era para los taxis más caros, y el amarillo para la gama intermedia que posteriormente quedaría para siempre en todos los taxis tras la estandarización del servicio en 1930.
Durante esta época el negocio de David también se diversificaría con participaciones en marcas como Citröen o en otros negocios como aparcamientos y servicios de grúa.
Pero la inestabilidad vuelve a llegar con el estallido de la Guerra Civil. La fábrica paraliza su actividad productiva y pasa a ser un enclave para la contienda bélica.
La posguerra supone una escasez de materias primas que dado el difícil acceso a combustible ¡lleva a David a fabricar coches eléctricos! (No son sin embargo los primeros en hacerlo).
Apenas unos diez que con un chasis de Citröen se publicitan como el «vehículo digno de la ceremonia nupcial»:
Ya en los 50 David intenta revitalizar su producción fabricando un microcoche de tres ruedas con la ingeniosa campaña«No se trata de un coche con una rueda menos, sino una moto con una rueda más».
De forma paradójica, la fábrica de David, convivió en los 60 con la atracción de varias agencias a la calle Tuset (dirección de la fábrica) dando paso al fenómeno de la Tuset Street. El equivalente a los movimientos culturales y modernos que se estaban propiciando en Carnaby Street (Londres) o en Madison Avenue (Nueva York).
Pero las ventas no consiguieron acompañar a David que en 1959 daba por finalizada su actividad productiva.
Hoy en día, la antigua fábrica alberga varias oficinas y negocios que son testigos de un sueño cuyo legado vale la pena recordar.
Fuente e imágenes: David