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Luis Ramos Penabad

Cómo se vendían los coches en los años 80

Si coches.com quiere cambiar algo en este mundo es la forma en la que comprar coches. Gracias a Internet te evitas recorrer cientos de concesionarios para encontrar el mejor precio, los comerciales se pelean por contentar al cliente y darle todo lo que necesita y busca… Pero esto no siempre ha sido así. Como cuenta un excelente artículo de El Comercio, «hace 25 años podían ocurrir situaciones dignas de una película al más puro estilo Berlanga».

La historia de la que se hacen eco ocurría en 1985. El protagonista quería un Bocanegra «la ilusión de toda la vida de su flamante propietario». Primer problema: el coche tienen nada menos que 100 km en su cuentakilómetros. No se suelen vender coches con tantos km, pero el vendedor le aclara: «En efecto, es que el coche no estaba en este concesionario, y lo hemos traído de otro».

Segundo problema: Abre el maletero y hay una rueda de repuesto… pero no es la que corresponde al coche. Ni el manual del usuario, ni están tampoco los carteles originales del coche. En su lugar, hay cuatro agujeros en la chapa. El vendedor llama al «niño», le da órdenes de que arregle todos esos desaguiasados y se lleva al cliente a tomar un café.

A la vuelta, le han colocado los carteles.. Pero no los de Sport y 1430, el coche que había comprado, sino los del 128 y los del 1200. Como no los tiene, le da un «vale» por los carteles. Pero no acaba ahí la cosa (y reproducimos íntegramente este párrafo del texto original): antes de abandonar las instalaciones, una última sugerencia del vendedor: «por cierto, ¿va a pagar el impuesto de lujo? Se lo digo por que si no lo hace, se ahorra 4000 pesetas de la cuota de 15000 que tiene que pagar» «¿Y es obligatorio pagarlo?» «¡No, hombre, no! ¿Va usted a vender el coche de aquí a mañana? No, pues entonces, tranquilo. Y si algún día se quiere deshacer de él, ¿ve usted el número de aquí, a este lado del capó? Pues con un destornillador, lo raspa hasta que no se lea, y tira el coche por un barranco. ¡Y ya está!«.

Alucinante, ¿verdad? Pues un mes después el nuevo propietario debe llevar el coche al taller del mismo concesionario. Es ahí cuando pierde su garantía por una reparación realizada en el concesionario oficial y, para rizar el rizo, una gata pare a su prole en el asiento trasero, dejando toda la placenta allí, que huele a mil demonios.

¿Siguen ocurriendo cosas así en los concesionarios oficiales? Esperamos que no…

Vía:El Comercio

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