Casi todos los conductores se enfrentan alguna vez a un control de alcohol y drogas. Es la forma que tiene la DGT de velar por la seguridad y ayudar a expulsar estas sustancias de las carreteras, pues es causante de una cuarta parte de los accidentes. Sin embargo, en muchas ocasiones, la presencia policial causa nerviosismo en las personas aunque no hayan quebrantado la ley. Así que hoy vamos a tratar de aclarar cómo funcionan estos controles y cómo se debe actuar en caso de encontrarse con uno.
Normalmente estos controles son de carácter preventivo y son realizados en zonas seguras. La Guardia Civil se encarga de seleccionar un lugar en el que puedan quedar estacionados uno o varios vehículos mientras se realizan los controles. Al acercarse al control, el conductor tiene que disminuir la velocidad y estar pendiente a las indicaciones de los agentes. No hay que olvidar que saltarse un control es un delito de desobediencia al que se podrían sumar otros en caso de fugarse a altas velocidades o saltándose más prohibiciones.
Los agentes han sido formados y tienen experiencia para detectar síntomas de conducción alterada o actitudes sospechosas, en ese caso se realizará el pertinente control de alcoholemia, que consta de dos partes. En la primera, el agente da al conductor una boquilla precintada que debe ser puesta en el alcoholímetro para soplar a través de él. No hay forma de engañar al aparato, así que es mejor soplar manteniendo el mismo caudal de aire durante un tiempo como se indica. En caso contrario se puede caer de nuevo en delito de desobediencia.
Si se da un resultado negativo, que sería menos de 0,25 mg/l en aire para la mayoría de conductores (con algunas excepciones), el conductor podría seguir la marcha. Di da positivo se activaría la segunda fase del control. En ese caso, se deben esperar unos 20 minutos para realizar una segunda prueba de confirmación. Esa prueba es más precisa y con un aparato certificado por el Instituto Nacional de Metrología, por lo que se suele hacer en la furgoneta de atestados, ya fuera del vehículo del usuario.
Si durante el control el conductor presenta síntomas de estar bajo el efecto de otras sustancias, bien por su coordinación o por dificultad del habla, también se podría realizar el test de droga. En ese caso, el conductor tiene que recoger una muestra de saliva en una cápsula especial que posteriormente es introducida en un dispositivo para su análisis. Si el test da positivo, es necesaria una prueba de confirmación en un laboratorio. Con esa segunda prueba ya se identificaría qué sustancia ha tomado el conductor y se procedería a sancionarle.
Hay que decir que las multas por alcohol y drogas son importantes, ya que están considerados como graves. Para tasas de alcohol de entre 0,25-0,50 mg/l la multa es de 500 euros y 4 puntos, pero quien supere los 0,50 mg/l tendrá que pagar 1.000 euros y le restan 6 puntos. Esa misma sanción es la que cae por drogas, dando igual la sustancia y la cantidad que haya en el organismo. Por lo tanto ante un control lo mejor es mantener la calma y seguir las directrices de los agentes. Y a la hora de conducir evitar el alcohol y las drogas, que pueden llegar a multiplicar el riesgo de accidente casi exponencialmente.