La correa de distribución es el elemento de un motor de combustión interna que sincroniza la rotación del cigüeñal y del árbol de levas. Su objetivo es permitir el cierre y apertura de válvulas del motor en el momento adecuado durante el proceso de admisión y escape de cada cilindro. Al igual que otros componentes como el embrague o el volante bimasa, la correa de distribución también necesita ser sustituida con el paso del tiempo y de los kilómetros.
De hecho, la correa de distribución es una de las averías más frecuentas –y más caras– que sufren los automóviles. Puede darse el caso de que se rompa “por sorpresa”, es decir, sin haber dado señales de mal funcionamiento. Sin embargo, este hecho es un rara avis, y en la mayoría de los casos es un problema evitable siempre y cuando prestemos atención a cualquier ruido extraño y/o comportamiento atípico de la misma. Aunque no por ello hay que olvidarse su ciclo de vida útil y su sustitución a tiempo.
La función elemental de la correa de distribución es sincronizar los cuatro tiempos del motor, aunque también puede accionar otros elementos como los inyectores o la bomba de agua
La primera correa de distribución conocida data de 1945. En la década de los 50, el empresario y piloto estadounidense Bill Devin construyó un coche de carreras sobre la base de un Panhard con motor altamente modificado y correa de distribución. Ganó el Campeonato Nacional Sports Car Club of America (SCCA) en 1956. En 1962 llegó el primer coche de producción en serie con este sistema, el Glas 1004. Y fue el motor Fiat Twin Cam (que impulsó a la familia 124) el primero de producción en masa en contar con transmisión por correa.
La correa de distribución es, en su concepción, una tira de caucho que se ha reforzado con fibras de alta resistencia para alargar su durabilidad, aunque su composición, longitud y ubicación dependen del tipo de motor. La parte interior de la cubierta está dentada para permitir la transmisión de la energía mecánica entre un piñón de arrastre y otro arrastrado, impidiendo así un deslizamiento mutuo. A diferencia de las cadenas de distribución, las correas son más ligeras, menos costosas y su funcionamiento es más suave. Por el contrario, su duración es más limitada.
¿Cuándo se debe cambiar la correa de distribución?
Al ser un elemento propenso al desgaste, es premisa seguir las indicaciones del libro de mantenimiento del vehículo y hacer el cambio de la correa por una nueva dentro del periodo estipulado por el fabricante. Si la correa de distribución llegase a romperse, el giro del motor estaría desajustado y, tanto el pistón como las válvulas, se verían gravemente afectados, incrementando por tanto el coste de la reparación total del sistema.
No existe un periodo fijado de tiempo y kilómetros a la hora de cambiar la correa de distribución. Es un elemento que depende íntegramente del tipo de motor y las características del coche en concreto. La respuesta siempre está en el libro de mantenimiento. Pero, en función de estas variables, la vida útil de la correa oscila entre los 60.000 y 160.000 kilómetros. En caso de no llegar a estas cifras, se recomienda su sustitución entre los cinco y seis años de vida, ya que el paso del tiempo hace mella en los materiales que la componen y pueden favorecer su rotura.
Sin embargo, hay que tener en cuenta diversas circunstancias. Por ejemplo, no es lo mismo que el vehículo cubra 100.000 kilómetros en una circulación relajada (autovía, en marcha larga y velocidad constante) que en un recorrido más intenso (ciudad, con múltiples paradas y salidas a velocidades variables). Si se da este último caso, tanto los fabricantes como los talleres competentes recomiendan acortar el kilometraje total en un 20%. Piensa que, siempre que el motor esté arrancado, la correa continua girando aunque el coche no imprima movimiento.
El clima también pasa factura sobre la correa. Las temperaturas extremas, ya sea al alza o a la baja, o una elevada humedad, polución o polvo acortan su vida útil, siendo aconsejable hacer una sustitución a los cuatro años. Mejor pecar de cauto y evitar males mayores. Cambiar la correa de distribución suele implicar el cambio de los tensores, que son los rodamientos que sujetan la correa y también frecuentemente se debe sustituir la bomba de agua por una nueva.
Síntomas de una correa de distribución en mal estado
Aunque no seamos mecánicos, sí que existen algunos síntomas que nos pueden ayudar a identificar cuándo una correa de distribución está pidiendo la jubilación. Pero, ¿qué factores hemos de tener en cuenta?:
- Signos de desgaste sobre la correa: dientes mellados, grietas en la superficie, sequedad en la goma o falta de tensión. Si algunas zonas se presentan demasiado brillantes, probablemente se deba a una mala alineación o tensión incorrecta.
- Ruidos extraños: en la mayoría de los casos se debe a una tensión incorrecta más que a un fallo de desgaste de la propia correa, aunque nunca hay que desestimar esto último.
- Vibraciones parásitas: si con el coche al ralentí se perciben vibraciones que no deberían de estar, la correa está en mal estado. Y son los pistones y válvulas quienes pagan las consecuencias. El vehículo puede temblar durante la conducción.
- Dificultad a la hora de arrancar: cuando la correa presenta una edad acusada, es probable que el vehículo necesite de más persistencia a la hora de arrancar. Si la correa de distribución está rota, simplemente no arrancará.
- Fugas de aceite: dadas las enormes fricciones que soportan los millares de componentes que conforman un motor, no hay por qué asustarse si vemos manchas de aceite sobre la correa. Es posible que la junta entre el bloque y la correa gane holgura con el tiempo y el uso, que haya fisuras o que no se haya montado correctamente.
- Excesivo humo expulsado por el escape: si la correa de distribución está a punto de romperse, los tiempos del ciclo de combustión no se cumplirán como deberían y causarán fallos en la ignición.
Cualquiera de estas situaciones puede derivar en un problema de mayores dimensiones. En cualquier caso, lo mejor es acudir a nuestro taller de confianza para que echen un vistazo y, si es necesario, cambiar la correa de distribución.
Si se rompe la correa de distribución, ¿a qué me atengo?
Si no se reemplaza la correa, se puede producir una avería completa o un fallo catastrófico del motor. Y no es lo mismo reemplazar una correa que tener que hacer una reconstrucción completa del motor, ¿verdad?
Si nos atenemos a lo que acabos de ver, corregir la tensión de la correa es un aspecto crítico. Aparte de la correa en sí, también es común la falla del tensor y/o de los diversos engranajes y cojinetes de deslizamiento, lo que hace que la correa pueda descarrilarse. Cuando se reemplaza se debe tener cuidado para asegurar que los movimientos de las válvulas y los pistones estén sincronizados. Si no lo están, el daño puede resultar en continuadas colisiones entre las válvulas y los pistones, con lo que ello conlleva.
Además, se verán afectados otros elementos como las bielas, el árbol de levas o el cigüeñal. En determinadas ocasiones (sobre todo en los coches más modernos) es importante tener precaución con las averías en la bomba de agua. Al ser un elemento que funciona al unísono con la correa, una falla sobre este puede derivar en la rotura de la correa de distribución. Si presenta fugas de refrigerante, una bomba nueva cuesta unos 50 euros, menos de lo que supone la correa.
Precio de cambiar una correa de distribución
Al igual que ocurre con duración, no hay una cifra exacta, pues dependerá de las características del motor de tu coche y del propio vehículo per se.
El precio puede oscilar entre los 300 y 600 euros –teniendo en cuenta la mano de obra–, con un incremento de 100 euros más si se incluye la bomba de agua. También depende la Comunidad Autónoma, pues en Andalucía, Extremadura, Castilla-La Mancha y Canarias es más barato realizar un cambio del kit de distribución. Por el contrario, el País Vasco, Cataluña, Aragón y la Comunidad de Madrid tienen las tarifas más elevadas del país. Si la avería ha supuesto daños más graves, podríamos hablar de una factura superior a los 1.500 euros, con suerte.
Pero las averías son una lotería, y si el factor suerte no está de nuestro lado, la gracia podría duplicar esa cifra o cuadruplicarla, siempre teniendo en cuenta que hablamos de vehículos “normales”.