Desde el momento en el que uno sale por la puerta de su casa, tiene el deber como ciudadano de comportarse adecuadamente con el resto de las personas que rodeen. Llevamos años y años destacando que los motociclistas son uno de los grupos más vulnerables a la hora de sufrir un accidente, junto con los ciclistas y peatones. Muchas han sido las veces que se ha demonizado a los conductores de vehículos de cuatro ruedas de ser los culpables, pero ni estos son tan malos ni los primeros tan cautos.
La gente a menudo suele decir que aquel que conduce una motocicleta es como si fuera invisible. Este es un buen consejo, porque la realidad es que la mayoría de la gente no te ve. De hecho, un gran porcentaje de ellos no ven nada excepto el teléfono móvil como última extensión de la mano, y lo que sea que capte su visión periférica. Mucha gente se fija en ti y muchas de ellas te darán un espacio extra. Algunos de ellos incluso te darán mucho espacio adicional, y aunque la iniciativa se ha de tomar de buena fe, lo más recomendable es no hacerlo.
Aquellos jinetes habituados a las monturas de dos puntos de apoyo estarán de acuerdo en que lo más cómodo a la hora de salir con la moto es que todo salga según prevemos. Es decir, que otros conductores hagan las cosas que suelen hacer, y que la carretera y la máquina hagan las cosas que siempre han hecho. La previsibilidad hace que el tráfico se mueva; es lo que permite que miles de conductores diarios apenas involucrados en la actividad de conducción naveguen a más de 100 km/h a centímetros de distancia sin que sea una carnicería constante.
Pongámonos en el caso de que el conductor de un coche quiere cederle el paso al piloto de la moto, dejando mucho espacio para cubrirnos en salud. No parece un problema, ¿verdad? Pero resulta que ser demasiado amable es impredecible. Ser demasiado amable es cuando estamos detenidos en un cruce de cuatro vías, es tu turno y haces señas para que el coche que tienes al lado siga adelante. O al adelantar y que el rebasado se mueva hacia la mediana para dar espacio. Es digno de apreciar, pero hay un par de cosas que lo hacen inseguro.
La primera es el hecho de que, a ti, como conductor de una motocicleta, te desconcierta. Hace que el cerebro piense algo así como: “oye, ese tipo no está haciendo lo que se supone que debe hacer; Ahora hay que reevaluar todo”. Pero luego está el factor de cómo repercute al resto de los transeúntes tomar esa serie de decisiones. Por ejemplo, después de que el color de un semáforo pase de rojo a verde, todos esperan que uno reemprenda el viaje, y si no se haces, tal vez te miren y no se den cuenta de que ya has comenzado a entrar en la intersección.
Si te mueves demasiado, como puede ser el caso al circular por Madrid o Barcelona, parece que uno puede indicar a los demás que tienen la posibilidad de incorporarse a donde estuvieras. En cuanto hay una abertura en el carril más rápido, encienden su intermitente y se fusionan en un nanosegundo. Claro que un poco más de espacio está bien. Pero, a menudo, lo más seguro es hacer lo que ibas a hacer de todos modos, a menos que lo que fueses a hacer involucrara a tu teléfono móvil, en cuyo caso no hagas nada, aunque parezca ser lo más predecible.
En España, la siniestralidad del colectivo motociclista se ha duplicado desde el año 2004. Según datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), los usuarios fallecidos de estos vehículos han pasado de representar el 8 % en 2004 al 21 % en 2018, con un parque que supone apenas el 15 % del total. Los fallecidos que viajaban en moto de más de 125 cc se han incrementado de un 19 % en 2012 hasta 359 muertes en 2018, siendo así el grupo en el que más ha aumentado la siniestralidad. Los que han perdido la vida en ciclomotores, en cambio, se redujeron un 6 % en 2018.
La mayoría de los accidentes mortales en moto ocurrieron en carreteras convencionales, donde fallecieron 187 personas, frente a 54 en autopistas y autovías. Las causas más comunes son salidas de la vía (44 % de los fallecidos), seguidas de colisión frontal y frontolateral (18 %) y colisión frontal (15 %). Además, la mayoría se producen en zona de curvas (46 %), siendo el perfil mayoritario de la casuística las incidencias en vías interurbanas, normalmente un hombre de entre 25 y 64 años, y con más de 10 años de carné, destaca la DGT.
Si bien las motos ofrecen importantes ventajas a la hora de circular y aparcar en una ciudad, también padecen riesgo de sufrir un accidente, comenzando por la menor estabilidad del vehículo y por la falta de protección que ofrece. Las motos apenas cuentan con elementos de seguridad pasiva y, en caso de caída, no hay carrocería que proteja al conductor o pasajero: sus cuerpos absorberán la mayor parte de la energía del impacto, lo que muy extrañamente acaba alguna vez como una historia feliz para poder contar en Nochebuena.
Como acabamos de ver, las situaciones más peligrosas para los conductores de vehículos de dos ruedas son, sin duda, los deslizamientos, los alcances y los cruces y cambios de dirección. Para evitar accidentes es necesario respetar la distancia de seguridad, frenar de forma progresiva e indicar una parada con antelación dando varios toques al freno para avisar a los conductores que van detrás. Porque las motos son pequeñas y suele ser habitual que muchos automovilistas no detecten su presencia en calles o carreteras.
Y para añadir un poco más de leña al fuego, la convivencia con otros vehículos más grandes supone un riesgo añadido. En los cruces y cambios de sentido, los motoristas tienen las de perder si no toman las precauciones suficientes, véase acercarse a una velocidad moderada, desconfiar de todos los demás (aunque se tenga la prioridad), señalizar con antelación los posibles cambios de dirección o evitar situarse en los ángulos muertos de otros coches, furgonetas, camiones, etc. La concentración en la conducción debe de ser completa para que sea segura.
Fuente: La Vanguardia