¿Quién no ha soñado alguna vez con poder subirse a un Alpine y recorrer una autopista en su mayor velocidad? Seguro que muchos de nosotros hemos pensando alguna vez cómo es posible que se elaboren y se produzcan modelos tan impresionantes e indispensables en la historia del automóvil. Todo ello se lo debemos a personas como Jean Rèdelé que soñaron con un modelo y consiguieron su propósito para que los demás disfrutásemos con lo imposible.
¿Qué os parece si damos una vuelta por la historia de Alpine? Para ello debemos comenzar a relatar el sueño de un joven francés, que a finales de los años cuarenta ya participaba en ciertas competiciones de coches. Rèdelé siempre pendiente de obtener los mejores resultados y el mejor rendimiento, en 1946 tomó la decisión de preparar un modelo Renault 4CV con sus propios criterios. Con él estaba dispuesto a participar en competiciones como la Copa de los Alpes, El Tour de France, etc.
En Renault no aportaban su entera confianza a un joven soñador, pero no perdieron de vista sus resultados. El modelo mejorado por Rèdelé obtuvo grandes resultados y desde Renault creyeron que lo mejor que podían hacer era contratarle. Donde se mantuvo desde 1951 hasta 1954.
A pesar de esta gran oportunidad Jean Rèdelé siempre estuvo pendiente de aquella posibilidad que le facilitase la creación de su propio coche de competición. Él quería utilizar la base del Renault 4CV y en 1952 decidió que ya había llegado la hora para ello.
Nadie podía creer lo que sucedería, ni tan siquiera él. Porque en apenas unos meses el mundo ya tenía en sus carreteras el primer Alpine de la historia. Un modelo que tuvo la oportunidad de competir en las Mil Millas de ese mismo año. ¿Qué creéis? ¡Algo sorprendente! El primer modelo de Alpine consiguió la victoria. El duro test fue superado con creces y Rèdelé mostró al mundo que él había nacido para la creación de grandes modelos.
Pero esta no fue la única competición vencida. Tras ella le siguieron Lieja-Roma-Lieja, Copa de los Alpes, Rallye de Montecarlo, etc. Sus grandes resultados consiguieron que muchos pilotos tomasen la decisión de querer correr con una unidad de Alpine. El éxito llegaba tras su gran comportamiento y fiabilidad. Realmente indiscutible.
Al ver el interés de los profesionales, Rèdelé pensó que ya era hora de sacar al mercado una serie limitada. Estos modelos iban a llegar a la mano de sus propietarios con una carrocería de fibra de resina de vidrio. El sueño de su berlineta hecha realidad. Porque fue en este momento cuando llegó el momento de la creación de la Societé de Automóviles Alpine (1955). Su sede central, en Dieppe. Allí se fabricó el A106.
En este caso los comienzos de la marca no fueron tan duros. Enseguida el éxito de ventas comenzó a crecer y aquel taller artesanal ya era toda una fábrica. Tanto fue así que a parte de la producción de coches de competición también se centró la atención en los compradores de a pie. Estos pudieron contar con modelos como el Cabriolet A 106.
Ante las demandas de compras y la necesidad de una constante evolución por parte de los modelos, el Coupé Sport sería el primer coche en el que se incorporase el bastidor de vida central desde donde se podían observar cada uno de los elementos mecánicos. El hecho fue tan importante que esta característica también se instaló en el Coupé 2+2. Del mismo modo ocurrió con el A105 y el A108. Esta característica hizo posible algo que en principio parecería complicado y es denotar a los modelos de una robustez impresionante aún cuando los propios vehículos sufrían por su delicada ligereza.
Respecto a los motores que calzaban cabe señalar que existían diversas opciones que se aportaban desde la mecánica Dauphine-Gordini. Las cilindradas entre las que se podía llegar a optar estaban 747,845, 904 y 998 c.c. Claro está que ante una gran mecánica los resultados no podían fallar y efectivamente, los modelos de competición comenzaron a conseguir tan buenos resultados que era innegable el hecho de que Rèdelé era un autentico mago del motor. Un simple sueño de un joven francés había conseguido alcanzar las mejores cifras posibles. Y lo que en un principio parecía imposible, con el paso de los años se convirtió en un mito.
1966 será otra fecha clave en la historia de Alpine. Uno de los mejores modelos de la historia, el A108 tuvo que pasar a mejor vida y fue sustituido por el A110. Este último llegaba con innumerables ventajas. Todas las mejoras posibles del 108 estaban instauradas en el 110. Y cada una de las nuevas tecnologías fueron comprobadas y ensayadas en los carreteras de competición. Como siempre, Rèdelé no quiso dejar ningún cabo suelto. Ese espacio destinado a la suerte en competición no iba con él. Además contaba con un gran colaborador. Renault. La marca francesa nunca se negó a suministrar cualquier tipo de elemento mecánico. Y cada nuevo desarrollo elaborado, Alpine contaba con él, como por ejemplo las cilindradas de 1108 y 1296 c.c.
Nunca nadie pudo imaginar en un éxito sin igual. Comercialmente la marca iba cosechando grandes resultados. Las ventas y el prestigio aumentaban mes a mes. Seguramente uno de los motivos principales fue que los técnicos e ingenieros de Alpine tuvieron el mejor de los aciertos. Es decir, el uso de piezas procedentes de la producción en serie de Renault fue la clave del triunfo. Queda claro que la fiabilidad que demostrada Alpine no hubiese sido la misma sin esta perfecta colaboración. Cada uno de los engranajes aportados por Renault hicieron posible que los coches de competición fuesen automóviles sin ápice de errores. E incluso en las pruebas más duras, largas y complicadas, Alpine conseguía llegar al final de la competición sin ningún tipo de problema. No hubo un solo Rallye (entre los años 60 y los 70 ) en el que no consiguieran una victoria.
Rèdelé adquirió un compromiso consigo mismo. Tenía que conseguir el coche de competición con mayor rendimiento y fiabilidad del mercado. Y así lo hizo, porque elaboró modelos con máxima eficacia. Sus contrincantes nunca pudieron medirse de igual a igual.
De ahí que el concepto que instauró Alpine no quedase en el olvido y vehículos de competición como el Lancia Stratos o el Lancia 037 lo llevasen como bandera.
La marca también llevó a cabo otro tipo de vehículos como en la categoría sport (M63, M64, etc.), o para Formula 3. Los primeros tuvieron bastante más éxito que estos últimos. Pero Alpine no podía arrasar en todas las competiciones. Si hubiese sido así, estaríamos ante la mejor marca de coches posible.
Si os estáis preguntando si Alpine tuvo algún que otro modelo circulando por las carreteras españolas, la respuesta es que efectivamente FASA Renault tuvo la gran idea en 1963 de producir el A108 en una versión cerrada similar al cabriolet.
La vida en España de Alpine tuvo una duración de 15 años. Ésta finalizó en 1978 con el modelo A110. Fue cuando en Francia la berlineta también había sufrido el temido abismo del adiós.
Sin lugar a dudas el mundo de la competición le debe más de un favor a un apasionado del motor como Jean Rèdelé.