El relativamente desconocido pero memorable Antarctic Snow Cruiser, apodado el Pingüino, fue un vehículo diseñado especialmente, como su nombre bien indica, para explorar la Antártida. Este un caso de ingeniería automotriz fallida, un “qué podría haber sido si…”. Pero a pesar del hecho de que era un vehículo muy avanzado e innovador tecnológicamente hablando, finalmente resultó inútil en su propósito.
Construido entre 1937 y 1939, se encargó especialmente para una de las expediciones del almirante Richard E. Byrd a la Antártida. Sin duda, puede que este sea una de las máquinas con cuatro ruedas más impresionantes que se hayan fabricado en tiempos de preguerra. Medía 16,75 metros de largo y 6,10 m de ancho y 4,50 m de altura, y sus neumáticos Goodyear podían superar grietas de hasta 4,5 metros gracias a sus 66 pulgadas de diámetro.
Repleto de características inteligentes, en papel parecía que serían una excelente manera de explorar el vasto vacío helado, lleno de nieve y grietas profundas. Cada neumático se podía subir o bajar individualmente en casi un metro, y ambos ejes tenían dirección. Estas soluciones se adoptaron para garantizar que no se atascara con frecuencia en la nieve. Los enormes voladizos estaban motivados por la corta batalla y la necesidad de sortear zanjas con ciertas garantías.
Visualizado como una base sobre ruedas, estaba extremadamente bien aislado y diseñado para acomodar a una tripulación de cinco personas, además de ser autosuficiente durante más de un año. Tenía unos 9.500 litros de combustible a bordo (más otros 3.800 para el avión Beech 17 «Staggerwing»), lo suficiente como para otorgar una autonomía de 8.000 kilómetros. También había un taller de máquinas que incluso venía con un soldador, en caso de que el vehículo tuviera que repararse en medio de la nada.
Lógicamente, el Antarctic Snow Cruiser no es precisamente ligero. Con 34 toneladas de masa, necesita de un buen propulsor para moverse por las frías tierras del polo. Para este menester, confiaba en dos motores diésel de seis cilindros, cada uno con 150 CV, dos generadosres y cuatro motores eléctricos. Estos proporcionaron una potencia combinada de 300 CV que alimentaban a los motores eléctricos de 75 CV cada uno; sí, era un híbrido. La velocidad máxima era de 48 km/h (30 mph).
Su costo total en el día se estimó en hasta 300.000 dólares, lo que convertido al valor actual serían casi 5 millones de euros. Realmente fue un intento sincero de hacer un vehículo para explorar la Antártida, en una época en que Estados Unidos quería reclamar el continente congelado por sí mismo, antes de que lo hiciera la Alemania nazi. Sin embargo, a pesar de lo impresionante que se veía y lo ingenioso que parecía, resultó completamente inútil.
Aunque parezca difícil de creer, este gigante fue conducido en realidad de Chicago a Boston por vías públicas para encontrarse con el barco que transportaría la expedición hacia el sur. Causó sensación y atrajo a multitudes curiosas por todas partes a lo largo de la ruta y, a pesar de un viaje lleno de percances y fallas, Byrd y la tripulación finalmente llegaron al muelle a tiempo. Originalmente apodado “The Snow Cruiser”, la tripulación lo renombró como “Big Bertha”.
Una vez enviado al sur congelado en noviembre de 1939, llegó a su destino en enero de 1940 y el primer mal presagio fue que la rotura de una de las rampas de madera que se estaban sacando del barco, casi cayendo de cabeza al el océano. Finalmente fue arrojado al hielo donde, rápidamente, demostró que no era muy efectivo para moverse. Lo que sobre el papel parecía un gran vehículo, en la realidad derivó en un golpe de efecto.
El Antarctic Snow Cruiser demostró ser mucho más lento sobre el terreno que su velocidad de crucero específica. Y, aunque podía haber sido brillante en sobrepasar grietas, no pudo escalar el 35 % para el que fue diseñado, un problema grave dado su elevado peso que lo hizo hundirse en la nieve más veces de las que nadie quería recordar. Resultó tan problemático que solo logró cubrir 155 kilómetros en 12 meses de actividad. ¡Y gran parte de eso a marcha atrás!
Luego, permaneció abandonado hasta después de la guerra, y a finales de 1946, cuando fue redescubierto por otra expedición de Estados Unidos, fue dejado a su suerte nuevamente. Pasaron otros 12 años antes de que fuera avistado otra vez, en 1958, esta vez por una expedición internacional. Esta fue la última vez que se vio, y su destino es incierto en este momento. Por lo visto, quedó amarrado cerca de una base llamada Little America.
En otras partes, también surgieron algunas teorías de conspiración sobre la desaparición del Antarctic Snow Cruiser, incluida la posibilidad de que la Unión Soviética pudiera haber sacado el vehículo durante la Guerra Fría. De cualquier manera, lo que es seguro es que representaba de todo corazón la mayor ambición estadounidense. Aunque el vehículo encontró numerosas dificultades tanto en la carretera como en la superficie de la Antártida, utilizó con éxito varios conceptos innovadores por primera vez.
Fuente: The Atlantic
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