La Guerra Civil Española (1936-1939), fue uno de los episodios más oscuros de la historia contemporánea de este país. Este artículo no pretende por tanto levantar ningún tipo de herida ni difundir cualquier tipo de sesgo al respecto. Simplemente nos limitaremos a documentar los carros de combate más significativos de la guerra.
La Guerra Civil, supuso en la historia de la humanidad un punto de inflexión en los conflictos bélicos. Se dejó atrás el enfrentamiento de trincheras al de campo abierto. Algo que se manifestaría de manera exponencial con la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
Así en las batallas más significativas de la guerra, como las de Jarama, Guadalajara o Brunete, el elemento principal en las ofensivas provenía de la fortaleza de los vehículos de combate implicados.
Los mejores vehículos blindados de los que dispusieron ambos bandos fueron los que sumistraron las potencias del eje a los sublevados y la Unión Soviética a los republicanos.
No obstante, ambos bandos partieron básicamente con una flota pequeña de FT-17 fabricados por Renault.
Con motivo de la pérdida de posiciones en la guerra del Rif, el gobierno español contactó con el francés para adquirir varias unidades del mismo. De esta manera, entre 1919 y 1931, se fueron utilizando, algunas veces sin mucho éxito, para dirimir las rebeliones. Utilizados en octubre de 1934 en Asturias, a vísperas del estallido de la Guerra Civil, el bando republicano tenía cinco unidades repartidas en puntos estratégicos del país.
Mientras tanto, el bando sublevado pidió ayuda a Italia y Alemania con la dotación de aviones con los que transportar al ejército español desde África a la península. Por su parte, y observando las intenciones militares de los sublevados, el bando republicano solicitó ayuda a Francia y a la Unión Soviética.
Cabe señalar que ambos bandos no solicitaron de manera expresa la concesión de carros de combate, sino que fueron los países colaboradores los que tuvieron la iniciativa de dotar con vehículos bélicos a los ejércitos.
Se tiene constancia de que el primer país en enviar carros de combate fue Italia. Así, el bando sublevado incorporó en sus filas varios Fiat L3/33 y L3/35. Llegando las primeras unidades al Puerto de Vigo, la cifra acabaría ascendiendo a un total de 155 unidades enviadas.
Alemania por su parte, envió 122 Panzer I. Un tanque ligero provisto de una ingeniería avanzada y con la torreta diseñada y fabricada por Daimler-Benz.
Si bien los carros enviados por alemanes e italianos eran de una potencia significativa, los expertos señalan que los mejores carros blindados de combate fueron los enviados por los soviéticos.
El BT 5 y el T-26, en concreto. Pero el hecho de que la Unión Soviética enviase estos carros, no otorgaba libertad al bando republicano para su uso en el conflicto.
Al principio sus tripulantes eran soviéticos o procedentes de brigadas internacionales con vínculos directos a la URSS. Los españoles que quisiesen tripularlos tenían que estar adscritos al Partido Comunista.
Por lo tanto, pese a la abundancia de estos sofisticados vehículos bélicos, la burocracia soviética impidió en muchos casos acceder al bando republicano a tripularlos ya en plena contienda.
El bando sublevado que era más uniforme en términos de estrategia militar, una vez había capturado varias unidades del T-26B los utilizaron de manera mucho más efectiva y dinámica. De forma paradójica, como apuntan algunos historiadores, Stalin se convirtió en el principal proveedor bélico de Franco.
De forma lamentable, España acabó convirtiéndose en un campo de experimentación para la armamentística de los dos bloques que se enfrentarían en la Segunda Guerra Mundial. Aunque ese no fue el motivo principal, o mejor dicho incial, de la colaboración de las potencias implicadas.
Simplemente se limitaron a proveer a su bando interesado de los medios mínimos para ganar la guerra. La mayoría de los carros de combate utilizados en la Guerra Civil estaban obsoletos para su uso en la Segunda Guerra Mundial.
Pero abriendo un paréntesis,se puede afirmar de manera muy convincente, que el principal motivo por el cual los soviéticos enviaron el BT-5, fuese ligado a razones de estudio y experimentación del mismo.
Esto es así, dado que enviaron unas pocas unidades con innovaciones que mejoraban su movilidad pero que resultaron inútiles en terrenos como los situados alrededor de la Batalla del Ebro. Todo ello a pesar de que la URSS hubiese asignado conductores experimentados a las órdenes del alto mando soviético. Lo que reforzaba la tesis de experimentación mencionada.
Las conclusiones por parte del alto mando soviético fueron que el BT-5 no era tan eficaz, y que por tanto debían desarrollar un vehículo de combate más potente y dinámico. Así en 1940, comenzaron producir en masa el T-34, un caro de combate que le provocaría más de un quebradero de cabeza a los alemanes.
Ante la falta de esperanzas de que la república venciese la guerra, la URSS fue retirando efectivos y centrando su «apoyo» con fines puramente de experimentación bélica.
Ejemplo de ello fue la batalla de Seseña, el primer enfrentamiento en la historia entre carros de combate, en el que los soviéticos testaron la eficacia de los T-26 frente a la defensa de las fuerzas sublevadas que entonces únicamente contaban con las tanquetas italianas CV-33.
Como revelarían los documentos desclasificados de los servicios secretos rusos, la Unión Soviética observó muy de cerca la Guerra Civil española llegando a la conclusión de que sus carros de combate, el T-26 y el BT-5, eran muy superiores a los carros alemanes e italianos.
Efectivamente en ese momento lo eran. Pero infravaloraron la capacidad de los alemanes en desarrollar de manera discreta carros tan potentes como el Panzer III o el IV. Y en el caso italiano, la producción del M13/40, ya en servicio una vez se había acabado la Guerra Civil.
España acabó por tanto y de forma frívola, en un tablero de juego para el desarrollo de carros de combate.
Fuente: Canal Historia