Si hablamos del Chevrolet Corvette y no piensas en un potente motor V8, algo no funciona en tu cabeza llena de gasolina. La firma de Detroit nos ha acostumbrado a ver a este deportivo estadounidense con un corazón de ocho cilindros –desde 1955; en 1953 y 1954 la única opción eran seis–, pero si las cosas hubieran sido un poco diferentes, el Corvette podría haber sido una bestia aún más temida gracias a la colocación de un motor V12 en sus entrañas. Sí, si, como los grandes deportivos europeos de Lamborghini, Ferrari y Aston Martin, aunque con su objetivo en tierras nacionales.
Cuando Chrysler Corporation (actual FCA) le quitó el velo al Dodge Viper de primera generación en 1991, cautivó a la multitud con su enorme motor V10 de 8.0 litros de 406 CV y 630 Nm, una transmisión manual de seis velocidades y la ausencia total de ayudas al conductor como control de tracción o ABS. El equipo de ingenieros del Corvette consideró que no podían quedarse atrás, y dejaron volar a su imaginación para dar vida a una creación a la altura de la peligrosa víbora. En ese momento se pusieron a trabajar en un modelo experimental bautizado como Corvette ZR-12.
El motor provino de Ryan Falconer Industries, especializado en la fabricación de trenes motrices marinos basados en bloques General Motors (GM), matriz de Chevrolet. Su unidad Falconer V12 de 9.8 litros solo pudo caber en el por entonces Corvette de cuarta generación (C4), después de que los ingenieros hubiesen estirado el chasis en 20 centímetros hacia el frente. En cuanto a cifras se refiere, el V12 entregaba 696 CV y 921 Nm, excelentes números para un motor atmosférico, y más aún para un coche de la década de los 90 que, en su variante más prestacional (ZR1), daba 380 CV y 501 Nm.
El Falconer V12 se basa en el diseño small block de GM, pero con dos pistones más a cada lado. A pesar de ser más grande y de tener la parte delantera alargada, el Chevrolet Corvette V12 solo pesaba 45 kilos más que un Corvette ZR-1. Esto se debe en gran medida a que el bloque de 12 cilindros era de aluminio, mientras que el de ocho era de hierro. Junto con el motor estaba la misma transmisión manual de seis velocidades que venía de serie en el resto de los modelos de la casa de Michigan, la cual, sorprendentemente, no necesitaba ninguna mejora o actualización para gestionar el par adicional.
Si bien este extraño V12 Corvette demostró ser divertido de conducir y generó algo de presión positiva para la firma de la pajarita dorada (Motor Trend describió el sonido como “la propia serenata de Satanás”), el prototipo experimentó algunos problemas en relación al refrigeramiento y el proyecto fue finalmente abandonado por el equipo de ingeniería. GM lo mantuvo almacenado durante algunos años antes de trasladarlo al GM Heritage Center y luego prestarlo al Museo Nacional Corvette.
Si Chevrolet hubiera decidido construirlo, probablemente habría costado alrededor de 70.000 dólares en dinero de 1990, unos 147.000 dólares/125.000 euros actuales, o lo que es los mismo, 10.000 dólares (17.300 euros actuales, aprox.) más que el ZR-1 a la venta entonces y casi 40.000 dólares (69.500 euros actuales, aprox.) más que el Corvette de acceso. El proyecto, simplemente, no era viable. Este prototipo único continua en el Museo Nacional Corvette y, recientemente, se paseó por las instalaciones, lo que nos brinda una rara oportunidad de escuchar cómo suena ese V12.
Vía: Jalopnik
Galería de fotos: