42 años de vida. Mucho recorrido. Demasiados kilómetros. Una vida intensa. Y todo ello con la única estrategia posible. Dos caballos. Pero no dos caballos cualesquiera. Francia lo tenía claro, para triunfar era necesario que fuesen de vapor. Y así decidieron crearlo. Y en 1948 llegará al mercado el Citroën 2 CV. Deux chevaux vapeur. Un modelo de campo, un propulsor del joven hippie.
Aquel seudónimo establecido por los franceses, en español, significaba «dos caballos de vapor«. Un seudónimo que intentaba hacer referencia a la media potencia ofrecida por el modelo en lo referente al «caballo fiscal». Ante nuestros ojos, un automóvil que se presentó con el objetivo de llegar a aquellas familias con una adquisición mensual no demasiado elevada. Citroën quiso llegar a un mercado de bajo costo. Y lo hizo por la puerta grande. El éxito que iba a sobrevenir no fue calculado en cada una de sus propiedades. Quizá por ese motivo el triunfo supo más a victoria que nunca.
Citroën 2 CV siempre será recordado en nuestras mentes como ‘dos caballos’. La mayoría de los apodos vienen por alguna característica especial. En este caso porque hubo una de esas creencias populares que van acrecentándose con el paso del tiempo y nunca terminan de cesar. Siempre se pensó que 2CV era una característica de la potencia de su motor. Pero la realidad era bien distinta porque 2CV venía a describir la geometría del motor. 2CV. Dos cilindros en uve.
En total, una auténtica y próspera vida de 42 años. Desde 1948 y hasta 1990. Con unos datos verdaderamente sorprendentes. ¿Preparados para ello? Se produjeron y salieron al mercado un total de 3.872.583 de unidades del 2CV y 1.246.306 del modelo furgoneta. Al final, sumando una cifra y la otra, 5.118.889 unidades fabricadas. ¿Quién dijo alguna vez que producir modelos a bajo costo no podía ser sinónimo de ventas? Desde Francia y desde la fábrica Citroën, lo desecharon.
Quizá lo más importante de esta historia sea saber quién fue el gran ingeniero que vislumbró más allá de modelos con estructuras más atractivas. En este caso debemos hablar de Pierre Jules Boulanger. Que obtuvo la inestimable ayuda de su compatriota Jacques Duclos, quien hizo un estudio de mercado para cerciorarse las necesidades que se debían cubrir en la población. Así que se presentó ante Pierre con una descripción de lo más exhaustiva posible: «un vehículo para el campo que ofrezca suficiente espacio para dos agricultores sin necesidad de quitarse el sombrero, un saco de 50 kg de patatas o un pequeño barril y que sea capaz de alcanzar 60 km/h y consumir, como mucho, 3 L de combustible».
Tras esta detallada necesidad, los ingenieros y creadores se pusieron a trabajar con ahínco.1938. El proyecto fue nombrado como TPV (Toute Petite Voiture). Cada una de las manos que se pusieron a trabajar, obtuvo la recompensa perfecta. Las ventas. Además aquellos primeros trabajos ya estuvieron basados en nombres peculiares, porque los propios trabajadores tuvieron a bien bautizar el modelo, como «paraguas con 4 ruedas”.
Pues para este ‘paraguas de cuatro ruedas’ fue realmente esencial la participación del ingeniero Alphonse Forceau. Su trabajo fue tan especial porque fue el encargado de contribuir con la perfecta suspensión del modelo. Parte fundamental del modelo.
Pero como en todo gran modelo también debemos mencionar una etapa de ‘stop’. Donde la idea y el desarrollo del 2CV tuvo que paralizarse. No es muy complicado adivinar a qué época nos estamos refiriendo. Ni más ni menos que a la Segunda Guerra Mundial. Llegó y con ella el temor de ser devastados por la ocupación alemana. E incluso, algo peor, con el temor de que esa idea que rozaba la perfección fuese un objeto protagonista de robo. Así que se tomó la decisión de aflojar el ritmo y de llevar a cabo cada uno de los avances bajo un estricto y severo secreto.
Pero ante el miedo agónico de que los alemanes descubrieran los prototipos que se estaban produciendo, se tomó una decisión del todo drástica. Destruirlos. Aunque algunos fueron escondidos. En 2004, y habían sido encontrados 5 de dichos prototipos. Un hallazgo realmente impresionante y de exposición.
Tras finalizar la guerra. 1948 será el año en el que aparecerá cara al público la primera versión del TPV. En lugar elegido, el Salón del Automóvil de París. Llegó a la palestra con un motor eterno, un bicilíndrico refrigerado por aire de 375 c.c. Su potencia de 9 CV. Cuando llegó al mundo público no venció gran parte de las críticas. Y es que su aspecto no era el de un bólido. Más bien se presentaba una lata que parecía a punto de partirse en dos. O peor aún, ir desmontándose al ritmo del motor en algún recorrido tortuoso.
Una lata de cuatro ruedas. Es lo que la mayoría de los periodistas expusieron en sus crónicas. Parecía que era imposible enganchar al público, pues el apoyo mediático no aportaba toda la fuerza suficiente. Pero alguien pasó por alto el boca a boca. Que al fin y al cabo es el mayor y mejor marketing directo.
En España seremos partícipes de su aparición en 1959. Pero esto es ya otra historia que en breve escribirá sus líneas históricas.