Se ha escrito mucho e investigado sobre las consecuencias de la contaminación del aire provocada por el tráfico. Y en esta que unos investigadores en Canadá han pillado a un grupo de adultos sanos y los han expuesto a vapores de diésel, para luego tomar imágenes de su actividad cerebral mediante una resonancia magnética. Su objetivo: ver cómo la exposición aguda a la contaminación del tráfico afecta al funcionamiento del cerebro humano.
Resulta complicado medir cuánto afecta la contaminación a la salud humana y lo más habitual es asociar tasas de ciertas enfermedades a zonas con alta contaminación. En ocasiones también se ha expuesto a toxinas a ratones en laboratorio… pero hay que reconocer que eso tiene muy poco que ver con la exposición crónica una persona urbana a lo largo de la vida.
Sinceramente, no creo que me dejase exponerme a altos niveles de gases tóxicos solamente para ver qué ocurre… y dudo que un científico pueda dormir tranquilamente por las noches si hace eso. Pero en esta ocasión la cosa estuvo algo controlada. Se proporcionaban concentraciones controladas y diluidas de partículas de escape de diésel a humanos, con niveles representativos de la exposición en el mundo real, pero que también han demostrado ser seguros.
Así, en un laboratorio, 25 adultos sanos fueron expuestos a gases de escape diésel o aire filtrado durante dos horas para medir después su actividad cerebral mediante una resonancia magnética tras cada exposición. Se centraron en ver el impacto en un conjunto de regiones cerebrales corticales (DMN) interconectadas que juegan un papel crucial en la cognición, la memoria y las emociones.
Los hallazgos revelaron que una breve exposición a los gases de escape de diésel provocó una disminución en la actividad, con una caída en la conectividad funcional entre diferentes regiones del cerebro, comparada con cuando los sujetos se exponían a aire filtrado.
Jodie Gawryluk, primera autora del estudio, aseguran que este tipo de alteraciones de la DMN se han relacionado con la depresión y el deterioro cognitivo. «Es preocupante ver que la contaminación del tráfico interrumpe estas redes. Se necesita más investigación para comprender completamente los impactos funcionales de estos cambios, pero es posible que puedan afectar el pensamiento o la capacidad de trabajo de las personas».
No se puede, nos dicen los científicos, tomar estos hallazgos como significativos por sí solos. Pero unidos a otros estudios epidemiológicos y preclínicos que vinculan la contaminación del aire con una serie de enfermedades neurodegenerativas, podrían demostrar efectos agudos de la contaminación del aire en el cerebro humano de modo novedoso.
Tampoco está claro qué efectos a largo plazo puede tener en el cerebro humano esta exposición a la contaminación. Porque (hay lado bueno en la historia), se observó que la actividad cerebral de la DMN volvía a la normalidad relativamente pronto tras la exposición al humo del diésel. ¿Cuál sería el impacto ante una exposición más continua? Por ahora solamente pueden hacerse hipótesis… pero yo se de uno que va a poner en marcha la recirculación del aire y subir las ventanillas cuando esté atrapado en un atasco… además de revisar cómo está el filtro del habitáculo de mi coche.
Vía: Environmental Health
Fuente: University of British Columbia