A principios del siglo XX, los carruajes sin caballos comenzaron a usar cristales para proteger a los conductores de los fuertes vientos, lo que actualmente conocemos como parabrisas. Sin embargo, el que se utilizaba en esos tiempos no protegía adecuadamente a los ocupantes de los escombros voladores. También representaba un riesgo si algo lo golpeaba o quedaba implicado en un accidente. La evolución de la cristalería en la automoción ha sido de vital importancia.
En 1903, el químico francés Edouard Benedictus se topó con el secreto de un cristal resistente a roturas cuando dejó caer un matraz de vidrio lleno de una película seca de colodión. Descubrió que, efectivamente, se rompió, pero mantuvo su forma original. Para comenzar a ver el vidrio laminado en los coches de calle, hubo que esperar hasta la década de los años 20. Los primeros en llegar ofrecían una resistencia limitada, pero a finales de la década de los 30 aterrizaron los cristales templados.
Estos ganan su resistencia a través de un proceso de calentamiento y enfriamiento rápido que fortalece la superficie externa y su núcleo. Se emplearía sobre todo en las ventanillas laterales y en la luneta posterior. Ya en los años 60, el mundo occidental se había vuelto cada vez más consciente de que los coches debían diseñarse para algo más que solo apariencia, lo que derivó en exponer los peligros que representaban ciertos vehículos y la necesidad de establecer algunas normas de seguridad.
Avancemos hasta la actualidad. Tenemos parabrisas equipados con cámaras, radares y sensores, de estilo panorámico, electrocrómicos, sensibles a la luz y muchas cosas más. A medida que la tecnología y las mentes innovadoras continúan impulsando a la industria del motor, piezas como los cristales de los coches seguirán evolucionando. Es curioso pensar que, en 1904, el primer parabrisas no fue más que un delgado panel de vidrio que solo se ofrecía como un extra en los primeros Ford Model T.
Pero no hace falta irse tan atrás para apreciarlo. En los últimos 10 años, la superficie acristalada de los coches ha aumentado un 15 % y, al mismo tiempo, el grosor del vidrio ha disminuido un 10 %. Los coches actuales tienen más cristal que nunca, un vidrio más delgado y ligero, y también más resistente que nunca. Actualmente, el mercado mundial de vidrio plano para automóviles representa 4.500 millones de metros cuadrados de superficie, y es seguro decir que esta cifra va a seguir creciendo.
Utilizar más cristal en un vehículo responde, principalmente, a un motivo: la reducción del peso, clave para reducir consumos y emisiones. “Cada modelo que se lanza al mercado es entre 50 y 100 kilos más ligero que su predecesor de la generación anterior”, asegura el vicepresidente de Sika AG, empresa global de productos químicos para los sectores de construcción y automoción. Si consultamos las fichas de la última década, hasta hace relativamente poco, cada coche nuevo pesaba mucho más que el anterior.
“La superficie acristalada en los coches está creciendo no sólo para aumentar la visibilidad, sino porque también ofrece a los diseñadores más libertad con las formas. Y como cada vez hay más superficie, el vidrio se está haciendo más delgado para compensar el aumento de peso”, declara Chris Davies, director del departamento técnico del Grupo Belron. Este proceso está acelerando el desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías, dado que la Unión Europea será muy estricta con el reglamento hasta 2030.
Por ejemplo, el BMW i8 emplea cristal Gorila Glass de Corning Inc. que no solo le ha permitido no solo reducir el peso del total de los vidrios en un 30 %, sino mejorar la acústica del habitáculo. Para Frank Rinderknecht, director general y fundador de Rinspeed, “es la mejor manera de ser sostenible y eficiente energéticamente. Con menos peso también se mejora el comportamiento y la frenada”. Corning está dispuesto a llevar este material ligero y resistente a los arañazos a todos los coches que sea posible.
Con las vistas puestas más allá en el futuro, científicos de la Universidad McGill de Canadá han desarrollado un nuevo tipo de vidrio inspirado en la estructura entrelazada de las conchas de los moluscos marinos. El profesor François Barthelat y su equipo han creado una unidad que es 200 veces más fuerte. El deseo de un menor impacto ambiental también impulsará el control solar de los cristales de un coche, para permitir la entrada de los rayos solares y así reducir el tamaño de los equipos de aire acondicionado.
Por otro lado, los cristales con células fotovoltaicas pueden generar energía libre de emisiones que sirve para alimentar ciertos sistemas de un vehículo. Pero además de las evidentes ventajas medioambientales, los avances llevan aparejadas una mejor visibilidad, la posibilidad de tener un mayor o menor contacto con el mundo exterior desde nuestro coche y una mayor superficie acristalada para introducir pantallas inteligentes, el otro gran foco de desarrollo de los cristales de los automóviles.
El avance de la conducción automatizada permitirá centrar la atención del piloto en otras cosas. El habitáculo se transformará en un ecosistema de atención, donde el parabrisas será la gran pantalla. Y las ventanillas también pueden convertirse en pantallas de infoentretenimiento para los pasajeros. Tecnologías como la opacidad variable, la realidad aumentada y los gráficos 3D nos permitirán disfrutar de una experiencia inmersiva, especialmente en esos momentos donde uno quiere distraerse.
Fuente: Carglass