España, años 70. El franquismo agota sus últimos años en el poder mientras que el país comienza a soñar con la democracia. Con el debate político en plena efervescencia, la actualidad se ve azotada por un acontecimiento prodigioso. Arturo Estévez Varela, un ingeniero extremeño del Valle de la Serena, ocupa la primera plana informativa con un invento que promete revolucionar la industria de la automoción en todo el mundo. Se trata del motor de agua, un propulsor que funciona con el líquido elemento y que supuso un primer paso en la tecnología con hidrógeno.
Estévez Varela realizó varias demostraciones prácticas a bordo de una motocicleta, en presencia de los medios de comunicación, con la que llegó a recorrer varios kilómetros. Su nombre empezó a ser conocido en todo el país y a pesar de que contaba con el apoyo de colegas de renombre, el proyecto nunca llegó a su comercialización. ¿Por qué? Hay teorías para todos los gustos.
La conspiranoica: Presionado por la industria del petróleo, el gobierno franquista condena el invento al ostracismo, tras un informe manipulado de la escuela de ingenieros donde se tilda la propuesta de Estévez Varela de superchería imposible de llevar a la práctica. «Ya se ha hecho bastante el rídiculo» sentenciaron desde el Palacio del Pardo. El tema ha dado para mucho de sí, hasta un programa de Cuarto Milenio.
O la convencional: Una cosa es poner en práctica una tecnología determinada y otra muy diferente convertirla en rentable y competitiva. Al igual que hoy, la tecnología de hidrógeno era costosa en lo económico y en lo energético. Se precisa de una cantidad ingente de energía para romper la molécula del agua, y eso, en dinero contante, es una inversión, casi seguro, ruinosa. Además, muchos cronistas de la época apuntan a que Estévez Varela utilizaba boro que, reaccionando con el agua, generaba el hidrógeno que alimentaba el motor. El boro es un elemento muy costoso en la producción y que para su reciclado necesita de un aporte extra de energía.
Sea como fuere, conspiración franquista o mera cuestión económica, el invento de Estévez Varela, además de romper con la mediocridad de un país secuestrado por el fascismo, sirvió como un primer paso en el arduo camino de la investigación con hidrógeno.
Vía: Hoy, Alpoma