La mítica marca del italo-argentino Alejandro De Tomaso ha dejado una impronta difícil de olvidar en los anales de la historia automovilística. Desde que diera su nombre al primer F-1 conducido por Frank Williams en 1970, su historia ha sido un continuo devenir de intentos por tener un lugar definitivo en el sector.
Gracias a su nuevo presidente, Gian Mario Rossignolo, la firma intenta remontar con la adquisición de la maquinaria que Pininfarina tiene en Grugliasco y, posiblemente, la planta de Fiat en Termini Imerese. Sus pretensiones son producir 3.000 modelos del Sport Luxury Car, 3.000 limusinas y 2.000 coupés, invirtiendo para ello 116 millones de euros.
El proyecto ha adjudicado a diferentes plantas del país, la realización de cada una de las partes. Así, el ensamblaje de los chasis, montaje final y pintura correrá a cargo de Pininfarina; y la parte mecánica será realizada en Livorno por la antigüa Delphi. La estructura del automóvil cuenta con la aportación tecnológica de Univis en Livorno, que emplea perfiles de aluminio esamblados entre sí, lo cual hace totalmente prescindible el uso de prensas.
Próximamente, en el salón de Ginebra de 2011, tendrá lugar la presentación del primer modelo que la marca ha diseñado con la colaboración del Centro Stile Pininfarina: el crossover.
De seguir adelante la adquisición de la planta de Termini Imerese, el proyecto de Gian Mario Rossignolo tendría continuidad con la producción de 30.000 unidades al año de un modelo tipo Mini. Este modelo ya tuvo un predecesor, creado por De Tomaso, en la figura del Innocent Mini.
Si Audi pudo relanzar a Lamborghini y Ferrari a Masserati, De Tomaso tiene muchas posibilidades de recobrar su nombre dentro de esta industria. Los próximos meses serán decisivos para la continuidad de una firma que tiene muchas razones para recobrar su nombre.
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