El uso del coche como elemento principal de una película no resulta para nada novedoso ni de primeras sorprendente. Y es que de los Aston Martin de 007 al icónico Fiat utilizado por Michael Caine en Un trabajo en Italia, pasando por el Chevrolet Chevelle que conduce con destreza Ryan Gosling en el espectacular film Drive.
Los coches se han labrado en muchos casos el derecho a ser reconocidos como un actor más de la película. Sin embargo, en lo que respecta a las películas centradas exclusivamente en los coches de competición, la calidad de estas no ha hecho en muchos casos justicia a los propios coches. Un ejemplo de esto, sería la saga un tanto empalagosa de Fast & Furious.
En la otra balanza, digna mención al biopic de James Hunt y Niki Lauda en Rush, y especialmente a Senna,uno de los mejores documentales de los últimos tiempos sobre la vida de Ayrton Senna.
Pero en esta ocasión, queremos echar la vista atrás a una de las películas que creó escuela en el género. Con permiso de la también mítica Le Mans de Steve Mcqueen, hoy recordamos los 51 años de Grand Prix.
«Si has tenido ocasión de ver la película, seguramente estés de acuerdo en que lo más espectacular de ella no es tanto su guión como su fotografía»
El director John Frankenheimer, supervisó todo los detalles de la edición con el fin de que los espectadores pudieran sentirse ellos mismos pilotando coches a velocidades de infarto.
Junto al director de fotografía Lionel Lindon, manejaron un sistema de cámaras a control remoto.
Diseñadas en un principio para la NASA, irían sujetas por un arnés en la parte derecha de los coches.
Para otras escenas, el director echó uso de helicópteros y de cámaras a bordo de otros coches de carreras, grabando a 300 km/h.
En cuanto al casting, el director no ocultó su decepción por no poder contar con McQueen. Un gesto feo teniendo en cuenta la gran interpretación que se marcó James Garner dotando de un increíble realismo a su personaje.
El rodaje en cuestión, comenzó en mayo del 66, y finalizó cinco meses después, tras haberse desplazado por varios circuitos como Brands Hatch, Monaco, Spa, Monza, Zandvoort y Clermont-Ferrand.
Los principales actores, recibieron una breve instrucción de tres semanas antes de enfundarse los monos y arrancar sus bólidos.
En palabras del propio Garner, el realismo de la película radicaba en que ellos mismos se enfrentaban a la posibilidad de morir con cada carrera como los pilotos de F1. Como anécdota, el director envió el metraje que contenía la escena filmada en Monte Carlo a Enzo Ferrari. «Il commendatore» le dió su visto bueno.
Algo muy peculiar de la película, son las escenas de la vida real en la que aparecen grandes como Jackie Stewart, Juan Manuel Fangio o Bruce McLaren. De la misma manera, el director incorporó escenas reales en boxes, así como del público en Monte Carlo.
Reconocer que coches son Fórmula 3 disfrazados de F1 o como el equipo japonés de «Yamura» utiliza McLaren trucados, son algunos de los detalles que a todo aficionado le gusta jugar a encontrar.
Y si a esto último ya le sumamos la increíble secuencia inicial diseñada por Saul Bass, nos sobran argumentos para defender a Grand Prix como la mejor película de carreras de todos los tiempos.
Fuente: The Telegraph
Galería de fotos: