Acaba la guerra. Un país devastado. Una población con ganas de soñar. Mercedes cubierto de cenizas en cada una de sus factorías. El futuro, poco esperanzador. Pero de pronto, cuando nadie lo espera, surca por las carreteras ‘alas de gaviota’. Un nuevo Mercedes, el 300 SL.
Finaliza la guerra. Mercedes es consciente de todas las pérdidas sufridas. Sus factorías de Sindelfingen o Unterturkheim están completamente destrozadas, sólo son montañas y montañas de cenizas. Pero a pesar de todos los deshechos, la firma Daimler-Benz resurgirá con mucha más fuerza en alrededor de tres años. Esta misión que para muchos era casi imposible, llegó de la mano del Dr. Ingeniero W. Haspel y de O. Hoppe. Ellos, serán capaces de sacar al mercado el primer Mercedes, después de la guerra, el modelo 170.
A partir de ahí, las consecuencias de la guerra irán asimilándose poco a poco por toda la población, especialmente por la alemana. Ellos, serán testigos, en 1949 de la nueva República Federal de Alemania. Y será entonces, cuando las competiciones automovilísticas comenzarán a reanudarse. Y, en tiempos de post guerra, ¿por qué sería importante la participación alemana en las carreras? Por el orgullo perdido. La competición era una forma distinta de ganar una nueva batalla. Y en esa nueva batalla, quien no podía faltar era Mercedes-Benz.
1950. Fecha impertérrita en nuestra mente. En este año verá la luz el Mercedes-Benz 300 SL (W194). Un modelo de competición que será capaz de cosechar grandes éxitos como salir vencedor de la dura carrera Panamericana de 1952, dejando atrás a todos sus rivales directos e indirectos. ¿Por qué indirectos? Porque también tuvo que enfrentarse a la dura afrenta de un buitre que decidió cruzarse en su camino. Pero nada le impidió cosechar la victoria de esa ansiada carrera. Además a esto hay que sumarle que en 1955 será Stirling Moss quien batera el récord de velocidad de la más que conocida y multi-prestigiosa Mille Miglia. Y no debemos olvidar que en dos años sucesivos (54 y 55) ganará el campeonato de Fórmula 1. El piloto, Juan Manuel Fangio., éxito tras éxito. Y claro está, con esa estructura y ese diseño tan espectacular raro hubiese sido no realizar un modelo de calle para el disfrute de los amantes del motor. Pero, ¿a quién le debemos ese honor?
De esta forma se dio a conocer el Mercedes 300 SL
Max Hoffman. Distribuidor de Mercedes-Benz en EE.UU. Él se puso el mundo por montera y se plantó ante los directivos e ingenieros, dispuesto a convencerles de la creación o elaboración de una versión de calle del exitoso 300 SL. Y le hicieron caso. Y no se arrepintieron. Porque su pronóstico fue más que acertado y el éxito comercial fue un auténtico boom. En total se crearon 1400 unidades entre 1954 y 1957. De dichas unidades se llegaron a vender el 80%, con un precio realmente prohibitivo para aquella época, 29.000 marcos (14500 €).
Pero para Hoffman el camino a recorrer no fue nada fácil. Los directivos se mostraban reticentes en cada reunión y fueron necesarias decenas de ellas para que se llevara a cabo un prototipo del modelo. Aún así, no cedieron hasta que Max Hoffman apareció un buen día, mintiendo. Sí, así es. Se planto ante esas caras incrédulas y les aseguró que llegaba desde EE.UU con una cantidad infinita de pedidos de dicho modelo. 1.000 ejemplares. Dicho y hecho. Con ese pedido ya no hubo impedimentos. La transformación del coche de carreras era un hecho.
El Mercedes 300 SL llegó en el mejor momento. Cuando el segmento de los coches deportivos se encontraba en expansión. Por lo que hacerse un hueco entre los preferidos no fue problema alguno. Seguramente porque su transformación se hizo de una manera inteligente, preservando tanto su estilismo como su refinamiento tecnológico. Hecho que aún hoy lo sigue manteniendo en el primer lugar de muchas listas. Aunque sin lugar a dudas, la mejor decisión posible fue mantener sus puertas, las denominadas ‘alas de gaviota’.
El 11 de diciembre de 1953 se fabricó el primer modelo de serie. Y dos meses después, el 6 de febrero de 1954, será presentado en el Salón de Nueva York. Fue firmado por Karl Wilfert. El que se mostró en el Salón no fue exactamente la réplica del que salió al mercado, pero las líneas maestras sí estaban trazadas en él. ‘Alas de gaviota’ comenzaba a volar y su aleteo iba a ser eterno…