Si aún hoy es difícil encontrar mujeres compitiendo en carreras de coches, más aún lo era durante los años 20 y Lucy O’Reilly-Schell se encargó de romper moldes y normas no escritas sobre la participación de mujeres en competiciones como el Gran Prix de Estados Unidos.
De familia irlandesa por parte de padre y francesa por parte de madre, esta mujer pasaría a la fama por ser la dueña del equipo de competición Delahaye a partir de los años 30. Su posición acomodada, con millones de francos en el banco, le permitió elegir su carrera profesional y dedicarse a correr en los distintos campeonatos de coches que se llevaban a cabo en Francia.
El 25 de agosto de 1927 Lucy O’Reilly-Schell se convirtió en la primera mujer encorrer en el Grand Prix de le Baule quedando décimo segunda en la clasificación final. Un año más tarde quedaría más cerca de los primeros puestos quedando octava, esta vez corriendo con un Bugatti T37A. En ese mismo año también quedó sexta en el Grand Prix de la Marne y ganando la copa de Bourgogne Voiturette, todas ellas con su Bugatti.
La gran fortuna heredada por parte de su padre, permitieron a O’Reilly hacerse con varios coches de competición e incluso realizar encargos a Delahaye como el que hizo en 1937. Lucy le pidió un nuevo coche de 4,5 litros, un híbrido que sirviera para competir tanto en las carreras de coches deportivos como en el Grand Prix.
Su nombre estuvo ligado principalmente a los coches Delahaye, pintados de azul como el color de emblema. Con una pasión envidiable, esta mujer asistía una y otra vez a las carreras de las que también eran competidores su marido y su hijo. Desafortunadamente, la trágica muerte de su marido, Laury Schell, en 1939 y que murió en un accidente de tráfico, le llevaron a alejarse del mundo de las carreras y se desconoce la fecha y el lugar de su muerte.
Su hijo continuó con la «profesión» familiar, corriendo en carreras de coches hasta que la guerra les hizo moverse a América, huyendo de la ocupación nazi. Para ello, se unió a la armada americana y, una vez acabada la guerra, abrió un restuarante en Manhattan llamado Le Chanticlair. Más tarde, escribiría un libro titutlado «My two lives: Race Driver To Restaurateur».
El nieto de Lucy, Harry, sí que continuaría con la «tradición» y se convertiría en conductor de Fórmula 1. El descendiente de la primera mujer en correr el Grand Prix francés participaría en el Grand Prix americano de 1950 y lograría 2 podiums a lo largo de su trayectoria profesinal. Un accidente en la curva Abbey durante el Trofeo Internacional no reglado en Silverston le arrebataría la vida en 1960.
Fuente: Historic Racing, Speed Queens