En 1966 Julio Cortázar escribió uno de sus cuentos más recordados, La autopista del sur. El texto narra la situación desesperada de un grupo de gente en una atasco dentro de una autopista a la entrada de París. Allí tienen que permanecer hasta varios días y esa situación le sirve al escritor argentino para relatar cómo es la naturaleza humana en determinados contextos y cómo el espíritu de supervivencia y nuestra naturaleza social nos lleva a actuar.
El cuento es también una metáfora del tiempo, que siempre está presente en las conversaciones de los autoestopista, y en la propia narración. Pero también el tiempo como momento histórico, estamos ya en la segunda mitad de la década de los sesenta, en París, y la literatura ya empieza a mostrar los cambios sociales que se van a experimentar solo dos años después, con explosión del movimiento de mayo del 68. También ya es un momento donde el crecimiento extremo de las ciudades y el tráfico entraba en el debate social.
En otras ocasiones te hemos hablado del cine norteamericano de los setenta y cómo influyó su sociedad en películas como Easy Rider o Carretera asfaltada en dos direcciones. En esta ocasión nos vamos a la Francia de los años sesenta. Nos fijamos en Jean-Luc Godard, uno de los integrantes de la Nouvelle Vague francesa, la principal corriente cinematográfica europea de los años sesenta que reivindicó la libertad en el campo cinematográfico en todos los aspectos, pero especialmente en la técnica. Hablamos de su road movie: Week-end, que está basada precisamente en este cuento de Cortázar y que sirve como crítica de la sociedad burguesa de la Francia de ese momento.
FICHA TÉCNICA
Estreno | 1967 |
Duración | 1:50 horas |
Directores | Jean-Luc Godard |
Guión | Jean-Luc Godard |
País | Francia |
Reparto | Mireille Darc, Jean Yanne, Jean-Pierre Léaud |
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La película cuenta la historia de un matrimonio, Roland y Corinne, que van de viaje a la campiña francesa a visitar a los padres de la mujer y, de paso, pasar un fin de semana de descanso. Hasta ahí la trama, porque el viaje es una sucesión de conversaciones entre la pareja que saca a relucir la decadencia de la relación y sus intereses banales.
Un viaje, eso sí, interminable por el que tienen desde enfrentamientos con otros conductores hasta el sufrimiento de un atasco. Allí, durante diez minutos de secuencia, la pareja sortea un larguísimo embotellamiento, donde los niños juegan y la gente parece vivir al margen del horror de los accidentes. De ahí la influencia evidente del cuento de Cortázar.
Nouvelle Vague
Una película con esa estructura y esa técnica libres que los jóvenes directores franceses habían comenzado a reivindicar, a finales de la década de los cincuenta, para desmarcarse del cine anterior, más encorsetado, tradicional y formal que no servía ya para contar las historias de la nueva sociedad. Los nuevos directores, autores, rompen con el tiempo, como pasa en la literatura de Cortázar, y lo hacen con larguísimas secuencias interminables, y cambian la rigidez de la técnica, sacando la cámara del trípode y llevándosela al hombro. Inauguran así una característica tan suya de provocar al espectador y a la industria tradicional desmontando todas las reglas de la narración.
Esa Nouvelle Vague, Nueva Ola, en la que tanto se han fijado las generaciones posteriores que han querido romper con el discurso dominante de la industria, como puede ser Dogma, el movimiento del cine danés de la década de los 90, impulsado por directores como Lars Von Trier. De hecho el manifiesto de éstos últimos imitaba en un principio al ensayo que publicó François Truffaut, «Une certaine tendance du cinéma français» (Una cierta tendencia del cine francés), en Cahiers du Cinéma en 1954 y que presentaba a esos jóvenes desconocidos y sin recursos de la Nouvelle Vague.
Técnica y mucha crítica social, claro. No hay que olvidar que estamos en el preámbulo del mayo del 68 y los franceses, que eran absolutamente fans del nuevo cine norteamericano, también repudiaban la sociedad estanca francesa. Y el cine, que también estaba hecho por esa juventud descontenta, sirvió para representar la sociedad que vemos en Week-End, gente despreocupada, deshumanizada, que al final es lo que pretende criticar con esta película Jean-Luc Godard.
Los coches
La pareja protagonista, Roland y Corinne, viajan en un precioso descapotable Facel Véga Facellia Cabriolet de 1960. Pero a lo largo de toda la película vemos auténticas joyas de la década de los sesenta, sobre todo en la comentada secuencia del atasco, porque durante casi diez minutos el coches va adelantando todo tipos de modelos.
Vemos coches franceses de Citroën, modelos como el 2CV, el DS 19, el ID19, de Peugeut, con modelos como el 203, 204, 403 o el 404 y Renault, como el 16, el 4V o 4L. También muchos Simca, Honda y Fiat. Si tienes curiosidad sobre todos los coches que aparecen en la película, Internet Movie Cars Data Base,en la página de la película, es un buen sitio para ver todos los modelos que aparecen, por poco que sea.