La línea DEW (Sistema de Alerta Temprana Distante) comenzó a gestarse en 1956 motivada por una delicada situación entre Estados Unidos y la antigua Unión Soviética: la Guerra Fría. Si eres demasiado joven, te la resumiré diciendo que por los pelos no tuvimos una Tercera Guerra Mundial hasta que el Muro de Berlín no fue derribado en 1989. Pero para ello se necesitaba de un gran equipo, tanto material como humano.
Por tanto, para llevar estos suministros y hombres al Ártico, se construyeron 11 camiones Mack de servicio pesado, apodados «Bulldog», con tracción a las cuatro ruedas posteriores y motores diésel con más de 600 CV. Estos impulsaban ejes de 3,8 metros de ancho y hacían rotar neumáticos de metro y medio de altura con cadenas para la nieve. Cada camión transportaba remolques de 20 metros de largo cargados hasta arriba, con un peso bruto de 150 toneladas cada uno. En total, el conjunto transportaba más de 16.000 toneladas.
Con un duro viaje por delante, también se hacían necesarias grandes reservas de combustible. Para la ocasión contaron 20.800 litros de combustible. Los “Bulldog” fueron enviados por ferrocarril desde Allentown, Pennsylvania, a Seattle, Washington. Allí fueron cargados en barcos y transportados a Valdez, Alaska. De ahí, un viaje por carreteras convenciones hasta la ciudad de Eagle, ubicada en el río Yukón, y otros 800 km a través de las cadenas montañosas hasta llegar al río McKensize.
El convoy estaba encabezado por una serie de excavadoras que despejaban el camino a través de bosques, rocas, ríos y hielo. Además, los dos camiones principales también proporcionaban alojamiento para los conductores. Y si el viaje no había sido largo hasta el momento, todavía quedaban 800 km más antes de llegar al Océano Ártico. Una vez allí, lo cierto es que el resto de la ruta fue relativamente sencilla en comparación, transitando por suave camino de hielo hasta completar el objetivo.
Como te podrás imaginar, las temperaturas eran tan bajas como ver el termómetro marcando 65 grados bajo cero (hacían falta calentadores para los motores), mientras los camioneros conducían por turnos de 12 horas antes de poder comer, dormir y relajarse. Para no perderse, empleaban una serie de estaciones de radar destinadas a advertir a Estados Unidos sobre posibles ataques de la Unión Soviética.
El convoy tardó meses en llegar, y necesitó del apoyo aéreo para obtener correo y suministros de alimentos frescos, proporcionados por un avión equipado con esquís para que aterrizar en la nieve y el hielo. No se sabe qué pasó con los 11 camiones Mack después de su misión, pero lo más probable es que se quedasen en Alaska o en el Ártico debido a sus elevados costes de transporte. Y aunque el cortometraje fuese financiado por el fabricante de camiones, es una historia al menos tan curiosa como la del Antarctic Snow Cruiser.
Fuente: The Old Motor
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