El segmento de las pick-up siempre ha sido uno de los más completos, pero también de los más limitados, al menos en nuestro país. Concebidos como meros vehículos para el trabajo, han sido unos incomprendidos y sus bajos niveles de ventas lo han reflejado claramente. Sin embargo, en otros mercados triunfan y lo cierto es que tienen algunos motivos para ello. Eso precisamente es lo que quiere demostrar el Mitsubishi L200.
La pick-up japonesa pasó recientemente por nuestra sección de pruebas para descubrirnos algunos detalles interesantes. Lo primero, que hay que tener en cuenta es que ahora cualquier pick-up puede conducirse bajo las mismas condiciones que un turismo, ya no existe esa limitación de velocidad a 90 km/h que suponía suponer un impedimento para algunos usuarios. Y no es el único aspecto que tiene en común con vehículos de otros segmentos.
Sorprende nada más subirse a bordo que la tecnología sea muy similar a lo que veríamos en otros modelos de la gama. El equipamiento en los acabados superiores puede llegar a ser realmente completo, sin que se eche nada en falta. Además, la calidad ha mejorado muchísimo respecto a lo que veíamos hace unos años. Aunque siga siendo algo justa comparado con otros turismos y SUV, lo cierto es que llegará a convencer a la mayoría.
Por lo tanto, el comportamiento es el punto que más diferenciará a una pick-up frente a cualquier otro vehículo. El chasis de largueros y travesaños, junto a la tracción total conectable, hace que la conducción todoterreno sea muy destacada y que sea capaz de llegar a sitios donde otros no llegan. Por el contrario, en carretera y sin carga, se muestra impreciso y poco confortable. Nos queda claro que la Mitsubishi L200 y el resto de pick-up ya pueden ser coches para un uso generalizado, aunque su carácter industrial siempre estará bastante marcado.