Situémonos. Alemania años 40, Hitler en el poder y un país destruido necesitado de un nuevo líder que le devuelva la gloria perdida.
La verborrea del dictador alemán azuza a las masas que empiezan a creer en el resurgimiento. Hitler sabía que el renacer de la patria dependía en buena parte del sector de la automoción. Alemania era una de las grandes potencias mundiales en esta materia y de su futuro dependía en buena parte el devenir del país.
El Mercedes G4 no era un coche cualquiera. Fue construido como el reflejo a cuatro ruedas del ambiente ultrapatriótico, de nacionalismo enfermizo y exacerbado que en aquella época envolvía la atmósfera del país y que entendía los avances tecnológicos como un anticipo de la conquistas militares en las que Hitler tenía pensado embarcarse.
El G4 presumía de contar con una de las mecánicas más avanzadas que se conocían por entonces, como la tracción permanente a dos de sus tres ejes, y fue presentado como un ejemplo de su superioridad tecnológica.
Las autoridades nazis querían que fuera un vehículo exclusivo, así que nunca llegó a comercializarse y las pocas unidades que se construyeron, 57 entre 1934 y 1939, fueron regaladas a las más altas autoridades del partido.
Hitler tenía al menos dos de ellas y las utilizaba para pasar revista a las tropas tras una importante victoria militar. Entre sus curiosidades, la base del asiento del copiloto se plegaba para hacer más cómoda la presencia en posición erguida del acompañante y la tracción a los dos ejes traseros permitía que el coche ganara en agilidad en terrenos dificultosos, como zonas rurales o superficies nevadas.
Dos de esos vehículos fueron regalados a los grandes aliados del genocida alemán; Benito Mussolini y nuestro, por desgracia, Francisco Franco, según dicen para dejar claro ante sus colegas el poderío técnico al que había llegado la industria alemana.
Del uso que Franco hizo del vehículo no se supo mucho, aunque tras la derrota de Alemania se convirtió en algo casi clandestino puesto que el régimen no quería ostentar de su antigua amistad con los nazis, ahora derrotados.
Al parecer Franco lo utilizó en algunas de sus cacerías privadas, hasta que con la llegada de la democracia el vehículo pasó a ser propiedad de la familia Real.
A estas alturas la mayoría de las 57 unidades fabricadas habían desaparecido durante la guerra y Mercedes, en su afán por recuperar parte de su historia, llegó a ofrecer, según los rumores, un cheque en blanco por recuperar el preciado coche.
Entre 2001 y 2004 el coche fue sometido a un exhaustivo proceso de restauración en un centro especializado alemán, que confirmó que apenas fue utilizado.
Actualmente el Mercedes G4 es propiedad de Patrimonio Nacional y se encuentra expuesto al público en el Cuartel del Rey del Palacio del Pardo.
Vía: Ideal
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