Tener el sistema de frenado en perfectas condiciones es vital, como te puedes imaginar, por tu seguridad y la de los demás conductores. Su condición influye en la potencia de frenado que pueda tener el vehículo, que está totalmente ligada a la distancia de frenado. Cuanto menor sea, mejor, pero esto también dependerá de otro grupo de factores: los neumáticos y su presión, los amortiguadores y la suspensión, la situación del arcén, la carga que lleve el vehículo… y la habilidad del conductor.
Al hablar de frenos siempre nos suele venir a la cabeza las pastillas y discos, aunque hay que recordar que no son los únicos del sistema que se desgastan a base de kilómetros en la carretera. Te hablamos de ellos pero también de estos otros elementos que tienes que tener en cuenta.
Pastillas
Las pastillas de freno de los coches van insertadas en una pinza de freno que aprieta el disco cuando el vehículo está en movimiento con el fin de frenarlo. A medida que la pastilla va frotando el disco se desgasta poco a poco, por lo que es necesario su revisión para no perder eficacia en el frenado.
- Frenos delanteros: Son los que más hay que vigilar porque son los que soportan la mayor parte del frenado. Su durabilidad suele estar entre los 30.000 y los 45.000 km.
- Frenos traseros: Al no soportar el peso de la detención por inercia (transferencia de masas), son más pequeños y se desgastan menos. Pueden llegar a durar hasta el doble o incluso el triple que los delanteros, aunque es recomendable cambiarlos sobrelos 60.000 km.
Lo habitual es que el cambio de las pastillas de freno te lo informe el coche con algún testigo luminoso. Estos indicadores están preparados para que cuando el grosor de las pastillas se reduzca, roce con la superficie de fricción del disco, haga masa y a través de un cable llegue al testigo del panel. De todos modos, con un poco de atención, tú puedes detectar problemas en los frenos del coche.
Si tu coche no tiene dispositivo de aviso, el estado de las pastillas se puede comprobar mirando el líquido de frenos: a medida que las pastillas se desgastan se reduce el nivel del depósito del líquido de frenos. Aunque esto solo puede ser un indicativo, ya que una reducción del líquido de frenos nos advierte de otros problemas. También puedes comprobar en qué estado se encuentran las pastillas echando un vistazo al grosor a través de las llantas. Aunque este método es poco fiable, porque puede haber escasa visibilidad e inducir a error.
Discos de freno
Todos los coches tiene hoy un sistema de frenado de discos. Estos discos están construidos por una aleación resistente de acero y hierro colado. De esta manera pueden soportar temperaturas muy altas cuando las pastillas de freno frotan en los discos. La cifra aproximada es de 60.000 km para el cambio de los discos, pero esto varía en función de otros parámetros, como el estilo de conducción. Hay diferentes métodos para alargar el buen estado en general y mantener los frenos en buen estado durante más tiempo.
La fricción de la pastilla también desgasta los discos, aunque éstos duran más kilómetros. El fabricante es el que indica el grosor mínimo y por tanto el nivel al que se debe realizar un cambio, aunque también es el mecánico quien puede recomendar el cambio porque otros factores pueden dañar los discos. Por ejemplo, si postergamos demasiado el cambio de las pastillas de freno éstas pueden rayar el disco y acelerar su desgaste. Un disco rayado o gastado, aunque cuente con pastillas nuevas no acopla bien y la frenada no tiene la eficacia que debería. Esto ese puede detectar si, a pesar de cambiar las pastillas, el conductor nota vibraciones y ruidos en la parada.
Líquido de frenos
El líquido de frenos es un fluido hidráulico encargado de transmitir la fuerza que ejerce el conductor sobre el pedal del freno a los cilindros de freno en las ruedas del coche. Debe ser capaz de soportar temperaturas muy elevadas, generadas por el rozamiento de las pastillas y los discos, así como las presiones del circuito. Los fabricantes suelen aconsejar cambiarlo cada dos años y comprobar su estado de forma anual.
Tener un buen líquido es importante porque protege otros los elementos del sistema de frenado como la bomba de freno, los bombines de los frenos traseros y los latiguillos. Los talleres tienen un medidor específico para el líquido de frenos que les permite, a partir de una muestra o actuando directamente en el depósito, saber su temperatura de ebullición, puesto que el líquido se deteriora con el tiempo y pierde capacidad para soportar temperaturas elevadas. Esto es lo peligroso porque precisamente su principal cualidad es contar con un punto de ebullición alto ya que si este líquido entra en ebullición, las burbujas de vapor dejarían el automóvil sin frenos.
Tambores y zapatas
Los frenos de tambor los ideó Renault en 1902. En ellos la fricción se produce por un par de zapatas que presionan contra la superficie interior de un tambor giratorio que está conectado al eje o rueda. Se sustituyeron por los frenos de disco porque los frenos de tambor tienen poca capacidad para disipar el calor que causa la fricción y eso hace que se sobrecalienten con facilidad. Tienen la ventaja de proteger el sistema contra proyecciones de barro o agua, por lo que son más idóneos para condiciones de lluvia o nieve así como en caminos y carreteras secundarias.
En la actualidad los frenos de tambor los suelen llevar coches de gama baja en las ruedas traseras porque son más baratos que los frenos de disco. También los emplean los vehículos con sistemas de frenado por aire a presión, aquellos con gran tonelaje, como los camiones, ya que presentan una gran superficie de intercambio de energía por fricción, mayor que la de una pastilla de disco.
Su duración es elevada, sobre todo comparados con los frenos delanteros de disco. Cuando se sustituyen hay que rectificarlos. Hay que tener cuidado ya que además del paso del tiempo, el mal estado del líquido de frenos puede generar pérdidas o fugas.
Otros componentes
Existen otros elementos del sistema de frenado que no requieren sustituciones periódicas, pero si es aconsejable que se revisen:
- Latiquillos de freno
Se trata de pequeñas tuberías que conducen el líquido a las pinzas, transmitiendo así la presión del circuito. Son de goma y acarrean un líquido muy corrosivo como es el líquido de frenos, por lo que hay que vigilarlas para evitar que se agrieten o sufran pérdidas de líquido o presión.
- Bomba de freno, válvula, limitadores y compensadores de frenada traseros
Lo habitual es que estas piezas no generen problemas y solo se cambien ante averías específicas. Pero no por eso hay que olvidarse de revisarlas de una manera periódica (cada fabricante establece unos tiempos), y así evitarse problemas, como fugas de líquido de frenos.
Hay otros mecanismos del sistema de frenado, como el antibloqueo ABS (uno de los sistemas de seguridad que no deben faltar en tu coche) distribución de frenada, servofreno de emergencia o el sistema de frenado multicolisión, que al ser electrónicos son gestionados por la centralita, con sensores en las ruedas. Si alguno de ellos tiene algún fallo o funciona mal debería quedar reflejado en los indicadores del cuadro de mandos.
Fuentes: ABC, Amigos de la mecánica