España ha pasado de ser un país de coches de gasolina a otro de coches diésel. El fenómeno es tal que hoy siete de cada diez coches que se venden se alimentan con gasóleo. Pero ¿está justificada esta fiebre?
Lo está para un sector de la población, el de quienes recorren grandes kilometrajes anuales. Para el conductor medio no tanto, sobre todo porque los precios del gasóleo se acercan a los de la gasolina o incluso los rebasan si no se cuenta su menor fiscalidad. El último elemento del debate ha sido la constatación de que el diésel es más nocivo para la salud, porque emite menos CO2, pero más de otras partículas que contaminan las ciudades y aumentan la mortalidad.
Los motores diésel son, eso sí, más eficientes. Cuesta más, pero consume menos, aunque los gasolina han recortado distancias. Por otro lado, los motores diésel se han ido equiparando en potencia a los de gasolina.
La dieselización ha hecho que en 2009 el parque de turismos español sea el 50,4% diésel frente al 49,6% gasolina, según la patronal de fabricantes de automóviles Anfac.
Dos décadas atrás, el diésel era casi exclusivo de taxis y camiones y solo el 10% de los turismos eran diésel. Hace una década el 29% del parque de coches era diésel. La patronal dice que el 71% de los turismos vendidos en 2009 ya son diésel y solo 29% restante de gasolina. Salvo Francia y Bélgica, ningún país europeo tiene tantos coches diésel como España.
«Los coches diésel pueden costar unos 3.000 o 4.000 euros más que los que van con gasolina. El gasóleo vale menos aunque el precio se está acercando al de la gasolina, y el motor diésel consume menos», dice Blas Vives, secretario general de la patronal Faconauto que agrupa a 3.500 concesionarios. Según los modelos, el consumo de un diésel puede ser entre un 10% y un 40% menos, según se use en ciudad o en carretera. Por eso, los distribuidores recomiendan a los clientes que para que les compense comprar un turismo diésel» en estos momentos «tendrían que hacer al menos 25.000 kilometros al año», añade Vives.
Entre las décadas de 1940 y 1960, el empresario Eduardo Barreiros, pionero de la motorización en España, tuvo un notable éxito al sustituir los motores de gasolina por los diésel. El gasóleo era mucho más barato y se produjo un auténtico despegue del diésel en los vehículos industriales y en los taxis. Un Seat 1.400 de gasolina gastaba entonces de 10 a 14 litros de combustible cada 100 kilómetros y uno de motor diésel Barreiros solo ocho. Aun así, el diésel -salvo excepciones puntuales- siguió siendo un coto casi exclusivo de los vehículos industriales.
Jesús Casanova, catedrático de Motores Térmicos de la Universidad Politécnica de Madrid, coincide en que el turismo diésel cuesta más, pero ha tenido una ventaja en el precio del litro de combustible.
Desde finales de los años setenta y, sobre todo, en los ochenta se mejoraron los motores diésel y se empezaron a extender a los turismos, destaca Casanova. «El diésel gasta menos, pero ha reducido su ventaja como motor que dura más. Yo diría que duran lo mismo que los de gasolina, pero las averías por vejez, si las hay, son más costosas que las de los coches de gasolina. Ahora, los de gasolina, gracias a la inyección electrónica, duran 300.000 y más kilómetros y los de gasóleo 400.000 (en taxis). Antes la diferencia era mayor», recalca Casanova.
La tradicional ventaja de precio del gasóleo sobre la gasolina en la gasolinera se ha reducido mucho. Antes de impuestos, sin embargo, es al revés: el gasóleo es más caro. El mayor gravamen se encuentra en el impuesto especial que grava los hidrocarburos y no en el IVA, porque los dos pagan el 18% de IVA.
¿Por qué se grava menos el gasóleo? La respuesta está en el apoyo al sector del transporte que lo usa de forma masiva. Su uso ha estado tradicionalmente más asociado a actividades de carácter económico y así se ha intentado darle un trato preferente.
El grado de contaminación es otra de las diferencias entre el gasóleo y la gasolina. Los dos contaminan. Pero los ecologistas y otros expertos ponen el grito en el cielo contra los coches diésel. En relación a los de gasolina, tienen la ventaja de que emiten menos C02, que calienta la atmósfera y produce el efecto invernadero. Pero, en cambio, sueltan más partículas y más óxido de nitrógeno, ambos nocivos para la salud.
Vía: El País