Hace justo un año conocimos una operación de la Guardia Civil en toda España contra nueve grupos criminales dedicados a adulterar el gasóleo. Hubo más de un centenar de detenidos, desde delincuentes organizados a empresarios relacionados con los hidrocarburo. Fuentes de la investigación sitúan el monto del fraude entre cinco y 12 millones de euros mensuales, si bien la agencia Europa Press elevaba la cantidad a 2.000 millones.
Las cifras son escandalosas, ya que el gasóleo es el combustible más utilizado en España, clave sobre todo en el transporte profesional. En estos momentos existen tres tipos de gasóleo a la venta: el de automoción o A, el agrícola o B y el de calefacciones o C. Estos dos últimos pagan muchos menos impuestos, de ahí que cada uno cuente con un aditivo que le da un color especial, lo que facilita distinguirlos y evitar fraudes. Aparte de ese color, se trata del mismo producto… ¿o puede sufrir el motor de tu coche si respostas uno de estos combustibles fraudulentos?
Antes de nada, conviene saber cómo funciona un motor diésel. A diferencia de un propulsor de gasolina, donde una bujía envía una chispa para que se produzca la combustión, en un motor diésel esta detonación se produce mediante presión. Esto solamente ocurre su el combustible tienen una alta capacidad de ignición (conocido como índice de cetano, o intervalo de encendido, el tiempo que transcurre entre la inyección del carburante y el comienzo de su combustión).
Otro factor importante es el índice de viscosidad. A mayor fluidez, más sencillo será de pulverizar, lo que favorecerá la detonación. Si la viscosidad es baja perderá capacidad lubricante y causará daños en la inyección (el sistema que ha permitido que los motores diésel hayan ganado en potencia y prestaciones al tiempo que bajan consumos, junto al empleo del turbo).
¿Qué convierte a un gasóleo en buen diésel?
A la hora de repostar combustible uno puede optar por hacerlo en una estación de servicio de una gran petrolera, en un surtidor independiente o incluso en una cadena de hipermercados. Todos ofrecen un mismo producto, un derivado del petróleo refinado de igual modo, pero luego se incluyen los aditivos, uno de los grandes secretos industriales de las petroleras, ya que es lo que diferencia su producto de la competencia.
Estos aditivos tienen fines claros: mejorar la viscosidad, evitar que el diésel se solidifique (algo que puede ocurrir en invierno), reducir el hollín y que mantenga el circuito limpio… Su nivel de complejidad química hace que se invierta mucho dinero en ellos… y se trate de productos caros. De ahí que se añadan pocos.. y solamente en los gasóleos que lo precisen: un gasóleo A de automoción lo tendrá, pero no un gasóleo C de calefacción, por ejemplo.
Además, a la hora de colorear un gasóleo de un tipo para que parezca otro, hay que añadir algunos productos químicos… que a veces no son demasiado adecuados para un motor. O aún peor: se han llegado a conocer casos en los que se añadían, para aumentar el volumen, otros hidrocarburos peores, aceites vegetales, desechos de refinado… y hasta agua.
Problemas de repostar un mal diésel
Parece claro entonces que utilizar un gasóleo no destinado a automoción pueda causar daños al motor. Desde perder algo de prestaciones y aumentar humos a sufrir problemas más graves, como obstruir los filtros o dañar la EGR (la válvula de recirculación de los gases de escape). Si el uso es continuado, podríamos hablar incluso de daños en inyectores o que «gripe» la bomba de alta presión, que obliga a cambiar por completo el circuito de combustible.
Los problemas serán mayores cuánto mayor sea el nivel de complejidad el motor. Hoy la práctica totalidad de los diésel cuentan con turbo, sistemas de inyección directa que funcionan a altas presiones, válvula EGR, filtros de partículas, reducción catalítica por medio de aditivos (Adblue)… Si en un motor diésel de los años 90 apenas provocaba un aumento de humos, por ejemplo, podría suponer la «muerte» de una mecánica de última generación.
La solución es repostar en lugares de confianza, que realicen el mantenimiento de sus depósitos tal y como exige la ley y que sirvan el combustible como lo suministra la petrolera. El problema radica que, hoy por hoy, no se puede analizar de forma rápida el gasóleo (que debe ser llevado a un laboratorio para comprobar su nivel de pureza), de ahí que, una vez descubierto el fraude, ya se habrá repostado gasóleo fraudulento. Solamente se podrá reclamar si se conserva el ticket de cada repostaje, si bien lo ideal de cara a esa futura reclamación sería contar con una factura, en la que se detalle la matrícula del vehículo y el número de kilómetros que tenía en ese repostaje… algo que, seguramente, sólo harán los profesionales.
Fuentes: El País, Motorpasión
Foto principal: cc Flickr Zetazone