En este momento, el objetivo de nuestra sociedad es limitar el uso de los combustibles fósiles como parte de nuestra combinación energética y futuro industrial. Si bien esta iniciativa goza de multitud de aspectos positivos, la medida puede ser buena y mala al mismo tiempo, puesto que a la vez estamos corriendo el riesgo de eliminar la fuente principal de azufre. Este mineral es utilizado en muchos campos, incluido aquel referido a las baterías de los coches eléctricos.
Puede que el azufre no se nos ocurra como un pilar de nuestra sociedad, pero de hecho es vital para muchas actividades. Desde la agricultura hasta la minería, y posiblemente incluso el uso directo en la producción de baterías en un futuro no muy lejano, el azufre está en la base de la sociedad. Como componente principal del ácido sulfúrico (H₂SO₄), es un material esencial que se utiliza en fertilizantes. También se usa para separar los metales pesados del mineral, como el níquel y el cobalto, materias primas que hacen faltan para fabricar baterías.
Como puedes ver, el azufre es un componente crítico que impulsa nuestro futuro sostenible al fomentar la tan ansiada movilidad eléctrica. Lógicamente, necesitaremos más y más a medida que avancemos hacia la electrificación completa y queramos construir más vehículos eléctricos y baterías. Hoy, el mundo usa 246 millones de toneladas de ácido sulfúrico al año. De acuerdo con un artículo científico publicado en el medio estadounidense The Geographical Journal, la necesidad de contar con azufre alcanzará los 400 millones de toneladas en 2040.
Lo curioso del tema es que la misma movilidad eléctrica que salvará nuestro planeta amenaza con interrumpir la producción de azufre con las correspondientes nefastas consecuencias. Esto se debe a que la forma más eficiente y ecológica que conocemos de producir azufre es como el subproducto de la refinación del petróleo. No es tan sucio como suena, dado que el proceso es mucho más “limpio” que la minería. Con la eliminación gradual de los combustibles fósiles, se cerrarán más refinerías y habrá menos azufre como resultado de dicha refinación.
La alternativa es un método antiguo y tremendamente dañino para el medioambiente. Implica bombear agua sobrecalentada al depósito mineral que contiene azufre. Ese azufre se derrite y burbujea hacia la superficie. El proceso, usado hasta finales de la década de 1950 para extraer azufre, representa un riesgo para la salud de los trabajadores y conduce a la contaminación del medioambiente circundante con aguas residuales mezcladas con sulfuro de hidrógeno (H₂S), y sin mencionar que los depósitos de azufre disponibles se agotaron hace décadas.
No es una solución única a la escasez de azufre. En algunos campos, el reciclaje puede ayudar a reducir la necesidad de más azufre. En otros, incluida la producción de baterías para los coches eléctricos, la dependencia del mineral puede reducirse con la transición a productos químicos más eficientes que no utilicen metales raros como el níquel y el cobalto. No sabemos qué nos deparará el futuro, pero abandonar los combustibles fósiles, sin lugar a dudas, tendrá efectos secundarios igualmente buenos como malos.