La pantalla giratoria de Bentley (BRD, por sus siglas en inglés) tardó más de tres años en gestarse desde el concepto inicial, y se llevaron a cabo pruebas exhaustivas para garantizar que se lograra el estándar de calidad más alto. Para operar, en su interior cuenta con motores eléctricos y 153 componentes individuales que forman un conjunto tripartito que rota a través de un mecanismo ajustado a la micra (la alineación de cada cara tiene una tolerancia de +/- 0,3 mm).
Lo cierto es que es una forma extraordinariamente complicada de darle al conductor la opción de ver el navegador o no. Por supuesto, hay algo más que eso. Con solo presionar un botón, el sistema rota entre tres opciones. La primera de ellas es una pantalla táctil de 12,3 pulgadas con controles para el sistema de información y entretenimiento del vehículo; la segunda contiene tres diales analógicos (temperatura del aire exterior, una brújula y un cronómetro); y la tercera es, simplemente, una superficie lisa que casa con el resto del salpicadero.
En total, para mover el sistema se utilizan 40 piezas móviles, incluidas una pareja de unidades de transmisión con engranajes lineales y rotacionales personalizadas que están acopladas a un motor eléctrico “altamente refinado”. Todo está controlado por una ordenador dedicado que ajusta dinámicamente la velocidad de rotación para tener en cuenta las variaciones en la fricción mecánica y el voltaje de la batería. También se tiene en cuenta la temperatura ambiente para ajustar el posicionamiento y asegurar un rendimiento óptimo hasta los 50 °C.
Gracias a los sensores de proximidad repartidos a los largo de la carrocería, el software puede desplegar diferentes ventanas y menús. Esta funcionalidad es interesante, por ejemplo, cuando queremos aparcar de culo, donde la cámara posterior se activa cada vez que se selecciona la marcha atrás y no debe tardar más de dos segundos en mostrar la imagen. Esto fue un dolor de cabeza para los ingenieros de Bentley, porque significaba que el sistema tenía que súper rápido y fiable para aguantar miles de ciclos de uso. Lo lograron, asombrosamente.
Ser capaz de mantener tanto la rotación como los espacios reducidos requiere tres movimientos únicos, pero vinculados. El primero retrae la unidad hacia el salpicadero para que haya suficiente espacio para el segundo giro, y el tercero la ajusta con suavidad. Otra hazaña impresionante es el hecho de que el sistema es autodidacta. Básicamente, la ECU es capaz no sólo de aprender las extensiones físicas del mecanismo cuando se despliega en cada posición, sino que también usa un “control de velocidad inteligente” para variar la velocidad de los motores.
Incluso hay un par de ventiladores dentro del complejo mecanismo para mantener la pantalla táctil fría, independientemente de las temperaturas exteriores. Y casi lo más importante, podrás hablar de ella durante años, pues seguirá siendo un interesante tema del que hablar. “No solo será un tema de conversación en el futuro, sino que también parecerán atemporales cuando los clientes y coleccionistas muestren con orgullo su vehículo en Pebble Beach o en Villa d’Este dentro de 50 años”, dijo el director técnico de interiores de la firma, Dave Rook.
Pero claro, toda esta precisión no es barata. La pantalla giratoria de Bentley es una opción de más de 5.000 euros para que los clientes del Continental GT y el nuevo Flying Spur la consideren; sin ella, se quedan con la pantalla de infoentretenimiento estándar y nada más. Y aunque pueda parecer una opción cara, Bentley dice que el 70 % de los compradores de unos de sus vehículos optan por ella.
Fuente: Bentley
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