¿Qué harías si de repente te conviertes en una estrella de rock en los años 60? Además de permitirte que se acerquen algunas docenas de grouppies, coquetear con las drogas o destrozar habitaciones de hotel, en la lista de imprescindibles no falta comprarse un coche de lujo. Esto (y algunas cosas más) hizo Keith Richards, legendario guitarrista de los Rolling Stones. Y el coche de adquirió fue este Bentley S3 Continental Flying Spur, que él apodaba Blue Lena, en honor de su cantante norteamericano favorita, Lena Horne.
La historia de Blue Lena comenzó en el Reino Unido de los años 60, deseosa de deshacerse de las estrecheces de la postguerra, con la explosión de la moda y la música. Como contrapeso a los Beatles de Liverpool, Keit Richards y Mick Jagger, amigos de la infancia a los que unía su pasión por la música blues montaban un grupo junto al guitarrista Brian Jones, el bajista Bill Wyman y Charlie Watts en la batería.
La formación definitiva llegaría en 1963 y su primer hit nacional en 1964. Al año siguiente, en mayo de 1965, la composición de Jagger & Richards «(I Can not Get No) Satisfaction», lideraba las listas de éxitos de todo el mundo.
La notoriedad de la banda subió como la espuma y, con ella, la cuenta corriente de sus miembros, que corrieron a los concesionarios para darse caprichos. Mick Jagger compró un Aston Martin DB6, Bill Wyman un MGB, mientras que Brian Jones, conducía un Rolls-Royce Silver Cloud. Para no ser menos Keith Richards compró un Bentley Continental Flying Spur S3, el modelo más caro de la gama Bentley.
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El Bentley Continental era en aquela época (y hoy) un coche en el que podías levantarte en cualquier ciudad europea por la mañana y llegar a Monte Carlo tan descansado como para arrasar en la mesa de póker. Y con la llegada de la versión con motor V8 en 1959, todavía podías adelantar un poco tu llegada al Gran Casino. Era una mecánica de procedencia Rolls-Royce (entonces propietaria de la marca), un V8 de 6.230 cc que estrenaron los Rolls-Royce Silver Cloud II y el Bentley Continental S2, ligado a una transmisión automática de cuatro velocidades.
Rolls-Royce había previsto que el Bentley Continental fuese un coche de dos puertas, pero luego se tomó la decisión de incluir una variante de cuatro. Nacía así el Bentley Continental Flying Spur, más práctico y con mayor maletero. Su tercera versión, el S3 lanzado en 1962, equipaba el motor V8 del S2 Continental y tuvo algunos cambios estéticos, como el frontal con cuatro faros. Y ese fue el coche del que se encaprichó Keith Richards.
Se fabricaron tan solo 68 unidades con volante a la derecha del Bentley Continental Flying Spur S3. Una de ellas, con número de chasis BC68XE fue solicitada por un concesionario londinense el 18 de mayo de 1965, con un color azul, tapicería de cuero y otras florituras. El coche llegó a la concesión el 1 de octubre de ese mismo año… pero su destinatario, por razones desconocidas, canceló el pedido. Así fue como este coche en stock llegó a manos de Keith Richards, su primer propietario, matriculado con la placa JLP 400D y registrado por Rolling Stones Ltd.
Si algo nos gustaría es poder entrevistar al coche. Pero como eso no es posible (y en aquella época no había GoPro para registrar cafradas) hay que leer la biografía de Keith, donde dedica muchos párrafos a su Blue Lena. «Una rareza, una edición limitada de entre 87». Le envió a Lena Horne una foto para que lo conociese y destaca que «nos llevó a muchos de viaje puestos de ácido». Cuenta también que ordenó modificarlo con un compartimiento secreto donde ocultar sustancias ilegales y que requería bastante maña conducir esa «máquina de tres toneladas, fabricada para ser conducida rápido en la noche».
«Blue Lena nos llevó a muchos de viaje, puestos de ácido»
Aunque no se sabe donde se encuentra, el «compartimiento secreto» no fue la única modificación solicitada por Keith. Pidió cristales traseros y la luneta tintados, para garantizar su privacidad, un techo solar y un tocadiscos Philips. Ya estaba listo para viajar a Marruecos… donde se fueron para evitar a la prensa, tras ser acusados por delitos de drogas, pillados por la policía en la casa de Keith en Wilmington, Surrey.
¿Qué mejor sitio para esperar un juicio que Marruecos? Jagger y Fiel tomaron un vuelo, pero Keith y Brian Jones decidieron viajar con Blue Lena. El viaje debió de ser tremendo. Al volante iba el chófer Tom Keylock, posteriormente jeffe «soliucionador» de los Stones. Keith iba delante, poniendo música en el pequeño tocadiscos Philips. Brian Jones y su entonces novia, la actriz Anita Pallenberg, viajaban detrás con Deborah Dixon, un amigo tejano que habían recogido en París. Cuando abandonaban un club nocturno en Barcelona, la policía tuvo que intervenir, ya que la gente comenzó a lanzar cosas al Bentley… al que tuvieron que cambiar el parabrisas.
Deborah abandonó el viaje en Barcelona y se dice que fue en la parte trasera del Blue Lena donde floreció el amor entre Keith y Anita (que permanecieron juntos hasta 1980 y tienen tres hijos en común). Eran tal para cual. Después de Marruecos se fueron a Roma (Anita tenía allí un rodaje) y fue allí donde Keith Richards tuneó un poco el coche, poniendo un par de altavoces tras la parrilla delantera. Al parecer Anita lo utilizaba para aterrorizar a los automovilistas locales. Imitaba la voz de un policía, leía sus placas de matrícula en voz alta y daba instrucciones.
No es de estrañar que sufriese accidentes. Tras un concierto junto a Led Zeppelin en Knebworth, Keith se quedó dormido al volante y chocó contra un árbol. El eran siete ocupantes, incluido Marlon, el hijo de Keith, y a nadie le ocurrió nada. Pero fue cuando, el 19 de mayo de 1976, cuando volvía a casa tras un concierto, se salío de la autopista M1 tras atravesar un seto y una valla. Cuando llegó la policía descubrieron que Keith llevaba sustancias ilegales y fue arrestado.
En 1978 Keith se separó de Blue Lena… pero era tal su admiración por el modelo que le faltó tiempo para ir a comprar otro Bentley Continental Flying Spur S3. El Blue Lena estuvo diez años en una concesión de Rolls-Royce, hasta que pasó a manos de un coleccionista. Su último dueño lo adquirió en 2006 y no le quedó más remedio que encargar una minuciosa restauración, ya que estaba en un estado lamentable. Lo salvó haber sido propiedad del guitarrista de los Rolling Stones, porque podía haberse deshechado.
Costó horrores encontrar muchas piezas y elementos, muchos de los cuales tuvieron que ser fabricados a mano, pero el resultado, como puedes ver en la amplia galería de fotos, es espectacular. No se reparó en gastos. Tras cinco años de restauración, el coche fue subastado el pasado 12 de septiembre y vendido por 763.100 libras (1.035.976 euros). Y es que si los viejos rockeros nunca mueren, sus coches tampoco.
Fuente: BonhamsGalería de fotos: