Los combustibles fósiles han sido la base del crecimiento desde hace décadas. Eso tiene consecuencias directas sobre la salud del Planeta, pero hasta ahora no existe ninguna forma que redujese sustancialmente su uso en automoción. Hasta ahora. Porque todo parece indicar, al menos un informe de la Agencia Internacional de Energía (AIE) así lo asegura, que la la demanda de gasolina para vehículos privados podría caer a partir de 2020 por el auge de los coches eléctricos.
Tampoco creas que se desplomará, pues el (AIE) calcula que el consumo mundial de gasolina caerá desde 23 millones de barriles de gasolina diarios hasta 22,8 millones de barriles diarios en 2020. Sin embargo, sus estimaciones también sugieren la posibilidad de que vuelva a crecer… antes de 2040.
Eso sí, cuando llegue ese momento, la agencia considera que el consumo se habrá reducido en un 0,2% respecto al consumo actual. Una minucia, de acuerdo, pero el primer paso que se da en esa dirección. Y es que el consumo de gasolina ha aumentado un 20% durante los últimos 25 años.
La predicción de la AIE es mucho más alentadora para los productores de petróleo que algunos cálculos de su propia industria. Shell, por ejemplo, ha asegurado que podríamos alcanzar el pico máximo de la demanda total de petróleo en apenas cinco años (aunque otros estudios indican que hay petróleo para rato). Desde la AIE indican que otros tipos de petróleo refinado, como el combustible para aviones y el diésel, seguirán aumentando su cuota de mercado. Otra cosa es la gasolina, crucial para los vehículos privados. De hecho, hay estimaciones que hasta dos tercios del total de coches en circulación en algunas ciudades ricas podrían ser eléctricos en 2030.
Esto es clave para reducir las emisiones del transporte un sector que podría superar en 2016 al energético como mayor emisor de dióxido de carbono en Estados Unidos. Las políticas de transporte de Donald Trump son claves en este sentido.
En la Unión Europea, donde las necesidades energéticas del transporte depende del petróleo en cerca del 94 % (muy dependiente a su vez de las importaciones), también se plantea una Estrategia Europea de bajas emisiones para el transporte. Ya se ha comenzado la transición hacia las energías alternativas de bajas emisiones, pero se debe incrementar su ritmo. Además de la electricidad, se trabaja en biocombustibles avanzados que a medio plazo serán cruciales en aviación, camiones y autobuses.
Según el estudio, los biocarburantes seguirán siendo en 2030 la principal energía alternativa utilizada en el transporte de la UE. Además su cuota de mercado crecerá hasta el 37% de la demanda energética final en el transporte, superando a la aportación electricidad (16%). Para cumplir los objetivos de energías renovables y descarbonización previstos para 2030, el consumo anual de biocarburantes deberá incrementarse un 50% con respecto al actual.
Para conseguir los objetivos globales de energías renovables (27%) y ahorro de emisiones de gases de efecto invernadero (-40%) previstos en la UE para 2030, resultará fundamental la contribución de los biocarburantes convencionales (producidos a partir de materias primas cultivadas en tierra) y de biocarburantes avanzados (fabricados a partir de desechos y materiales lignocelulósicos).