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Pablo Maza

El negocio del carsharing

Un vehículo pasa la mayor parte de su vida útil estacionado. Poco son los productos de consumo tan desperdiciados, así que impulsados por una conciencia medioambiental, nació en Suiza en la década de los 80 el movimiento del carsharing. La idea consiste en un sistema de alquiler de vehículos donde el usuario alquila el suyo a un precio económico y para distancias generalmente cortas.

Su implantación tuvo una buena acogida y rápidamente traspasó fronteras hacia los países del resto de Europa, donde los resultados también han sido satisfactorios. En la actualidad más de 200.000 europeos son usuarios activos del coche compartido, la mitad de ellos en Suiza, unos cálculos que según la Primera Jornadas de Experiencias Internacionales en Carsharing se verá aumentada hasta los cuatro millones en el futuro.

En España muchos ayuntamientos se han inscrito a este servicio a través de la web Compartir, una de las pioneras en nuestra país y que en la actualidad oferta en 67 municipios de todo el territorio. El negocio se ha estabilizado gracias en parte a la aparición de otras sites de similar contenido como Avancar, Cochele o Respiro, que mantienen una media de 20 usuarios por vehículo, todavía lejano a los 35 de los países europeos.

El funcionamiento es bastante sencillo. Tras abonar una cuota de nuevo miembro, el cliente recibe una tarjeta con un código pin que le permitirá tener acceso a los vehículos, estacionados en garajes públicos cercanos a la residencia del propietario. Las llaves están depositadas en la güantera y algunos servicios incluyen una tarjeta de recarga de gasolina sin coste adicional. Por cada kilómetro recorrido el usuario abona una cifra que dependiendo de la empresa no supera habitualmente los 20 céntimos por kilómetro.

El sistema de coches compartidos está basado en la llamada movilidad inteligente, que pretende una utilización racional de los transportes. Entre los argumentos de sus defensores, su utilización supone un ahorro de entre un 10 y un 15% de energía con una reducción sistemática de la densidad de tráfico en las carreteras. Además, un usuario que recorra menos de 15.000 kilómetros dejaría de gastar un total de 2500 euros anuales, palabras mayores en tiempos de crisis.

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