En los últimos tiempos vemos todo tipo de energías alternativas para mover los coches de forma sostenible. Aunque los eléctricos parecen ser los que tendrán la voz cantante en el futuro, lo cierto es que las tendencias y las necesidades siempre pueden cambiar. En apoyo a esa tecnología hemos visto sistemas como la pila de combustible de hidrógeno e incluso paneles solares de apoyo. Aunque ahora nos planteamos por qué la energía nuclear no triunfó en los coches después de la importancia que ha tenido en otros sectores.
La Revolución Industrial del siglo XIX fue impulsada por la máquina de vapor y sus aplicaciones en muchos ámbitos, pero el siglo XX tuvo como protagonista la energía de los átomos. No sólo hay que quedarse con las bombas (como las que asolaron Hiroshima y Nagasaki) o las desgracias (como la de Chernobyl), pues el uso de estas reacciones nucleares como la fisión y la fusión nos ha dado mucho. Actualmente todavía sigue representando un 10 % de la producción de electricidad mundial.
Aunque no hemos venido a dar una masterclass de energía nuclear, pues ni somos físicos ni éste es el portal adecuado. Vamos a hacer un repaso a la vinculación que ha tenido esta energía al mundo del automóvil, cómo podría ser su aplicación y por qué no ha llegado a usarse de forma regular.
En qué consiste la energía nuclear en un coche
En un coche, el objetivo del sistema de propulsión que se tercie es generar la energía suficiente para mover las ruedas. El coche nuclear podría tener varias aplicaciones, pero la idea era incorporar un pequeño reactor de fisión, que sería equivalente al motor de combustión tan extendido. En el interior de ese reactor se llevaría a cabo la reacción nuclear, que consistiría en que el uranio-235 sumergido en agua reaccionase con una fuente de neutrones de otro material radiactivo.
En esa fisión, el núcleo del átomo se divide liberando mucha energía y se crea una reacción en cadena. En ese reactor se insertarían varillas de grafito para poner algo de control al absorber el exceso de nucleones generador. Con ese calor se calienta el agua tanto que se genera vapor y sirve para mover una turbina que genera electricidad. Al menos, esa es la forma simple de explicar cómo es la obtención de energía en ese proceso.
Los prototipos de los años 50
Corrían los años 50 y la energía atómica era la panacea. Muchos lo consideraban como el futuro, sobre todo al otro lado del charco. Se empezó a utilizar para fines civiles, más allá de los militares que habían protagonizado los años anteriores, sobre todo en buques de carga, así que también se planteó en la industria automotriz. Ya habían existido aproximaciones previas, pero en 1958 se presentó el Ford Nucleon para sorprender a todo el mundo.
Aunque era un prototipo, lo cierto es que parecía viable (en aquel entonces) su llegada a producción. Las ventajas eran muchas, pues ese mini reactor nuclear le dotaba de una autonomía de más de 8.000 kilómetros. Después, el tema del repostaje ya era otra cosa, aunque afirmaban que era relativamente sencillo. Utilizaba unos «convertidores de par electrónicos» para pasar la energía a las ruedas y se quedó en la fase conceptual como el resto.
Porque hay que reconocer que anteriormente ya hubo una aproximación y que a partir de ahí también salieron más prototipos. En 1957 fue presentado el Studebaker-Packard Astral, prácticamente una nave espacial con capacidad de volar gracias a su disposición de giroscopio de una sola rueda. Había mucha fantasía en ese proyecto, que incluso apuntaba al espacio. Más realista era el Arbel-Symétric, con su generador nuclear de 40 kW alimentado por cartuchos intercambiables de desechos nucleares
Se unió a la fiesta el Simca Fulgur en 1959 con el ya característico techo de burbuja y su reactor nuclear, sólo que no tenía dirección y eran dos giroscopios los que velaban por que se dirigiera dónde quisiera el conductor. El Ford Seattle-ite XXI de 1962 fue la insistencia de la marca del óvalo con esta tecnología con sus seis ruedas y tecnología avanzada. Incluso en 2009, Cadillac sacó el WTFC (World Thorium Fuel Concept) con motivo del centenario de la marca con un guiño a la energía atómica. Por supuesto, todos ellos prototipos de los que nunca se llegaron a hacer pruebas en la vida real.
¿Sería viable en la actualidad?
No fueron pocos los problemas que se encontraron los defensores de la energía nuclear en los coches hace unos años. El primero era la conversión de la energía térmica que se generaba en el reactor en la energía mecánica necesaria para mover las ruedas del vehículo. En las centrales es relativamente sencillo porque sirve para evaporar el agua y ese vapor gira unas turbinas que son las que terminan generando electricidad.
Pero eso también genera una cantidad de calor residual que era inviable de gestionar en esa época. El reactor quedaba cerca de los pasajeros y se necesitaría un aislamiento desproporcionado para que no les afectase. De hecho, otro de los problemas que se encontraron en el coche nuclear era el peso que tendrían. Por no hablar de que el reactor nuclear no se apaga y enciende de forma controlada como se puede iniciar y terminar la combustión en un motor de gasolina. O que un accidente o un mal uso podría dar lugar al escape de material radiactivo.
En definitiva, son muchas las barreras para llevar este tipo de tecnología al sector de la automoción. A pesar de que se intentara en su momento, la idea ha desaparecido de la cabeza de los fabricantes, que ya tienen que lidiar con otras cuestiones más importantes para ir adaptándose a los tiempos que corren. Aunque también se han plateado uso de otros combustibles atómicos como el torio, pero en ningún caso parece que vayamos a llegar a ver una situación como la del videojuego Fallout 3…
Lo más cercano podría ser un sistema planteado por Charles Stevens y su empresa, Laser Power Systems. Habla de un láser impulsado por torio que podría generar la energía suficiente para mover un vehículo sin emisiones. Ese láser evaporaría el agua para generar vapor que mueve una turbina y esa electricidad se recoge para después mover las ruedas. Otro sistema es el de las baterías atómicas, en las que se produce una desintegración constante de los isótopos nucleares y que serían extremadamente duraderas. NDB está investigando, pero todavía queda para comprobar su viabilidad.
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