A primera vista, podríamos decir que los parecidos entre un taxi japonés común y corriente y un Ferrari clásico son bastante limitados. El más avispado podría decir que ambos tienen cuatro ruedas, un motor de combustión interna o un volante que, vaya qué casualidad, es redondo en ambos modelos. Pero no, no nos referimos a si comparten características tan generales, sino a un detalle muy específico.
Primero, pongamos en contexto los modelos referidos. En un lado del cuadrilátero tenemos al Nissan Cedric, una berlina japonesa del segmento E que ha servido orgullosamente como vehículo de transporte en su tierra natal desde la década de los 60 y, durante 44 años, ha vivido un total del nueve generaciones. Si hay una que destacar, esa es la séptima iteración del modelo (Y31), ya que estuvo en producción de 1987 a 2015 sin apenas cambios gracias a su equilibrio entre precio, espacio, mantenimiento, prestaciones y calidad.
Lógicamente, eso atrae a la gran mayoría de los taxistas, razón por la cual estuvo a la venta durante tantos años, incluso cuando sus sustitutos llegaron más tarde para el gran público. También era muy válido para las flotas empresariales, tanto para los rangos más bajos como para los más altos, ya que Nissan ofrecía una extensa lista de opcionales que iban desde el aire acondicionado y los reposacabezas de las plazas traseras, hasta un sintonizador de TV con un reproductor de CD de Sony junto con unos altavoces cortesía de JBL.
En el otro extremo tenemos al Ferrari 500 Superfast, presentado en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1964. Era lo último de la firma del cavallino ramapante con motor delantero para aquellos que apreciaban la comodidad y el rendimiento. Este bello y elegante coupé 2+2 construido a mano fue comprado por entidades como el piloto John Neumann, el Príncipe Bernhard de los Países Bajos, el Shah de Irán, el actor británico Peter Sellers o el playboy Gunter Sachs. Y eso que el precio era casi del doble respecto al 250 GT/L “Lusso”.
De los solo 36 ejemplares del Ferrari 500 Superfast construidos, solo ocho tenían el volante a la derecha, lo que lo convierte, sin lugar a dudas, en uno de los coupés V12 más raros de todos los tiempos. Pero no solo la carrocería había evolucionado respecto al popular 410 Superamerica, también su motor V12 de 5.0 litros, que para la ocasión podía rendir 400 CV y alcanzar una velocidad máxima de más de 280 km/h. Gracias a su cómodo y espacioso interior, su gran motor y su incomparable exclusividad, fue el rey de la carretera.
Sin embargo, aunque los dos modelos fueran representantes en sus respectivos campos, la verdad es que poco parecido podemos sacar entre el Nissan Cedric y el Ferrari 500 Superfast de los 60. Pero resulta que hay una característica extraña y espantosamente práctica que muy pocos modelos comparten, y entre ese conjunto muy limitado de coches se encuentran el viejo deportivo italiano y el taxi nipón. ¿Quieres saber cuál es esa característica extraña? Aquí lo tienes: la apertura de las puertas del pasajero de forma remota (y mecánica).
En otras palabras, una forma de abrir las puertas para un pasajero sin tocar su manija. Y no, no lo has leído mal. Tanto en un V12 de aspecto exquisito diseñado por Pininfarina, el Ferrari más exclusivo de la era, como en un caballo de batalla japonés rectangular, serio y humilde, se ofrecía la posibilidad de montar un sistema de apertura remota. Pero no de forma eléctrica como encontraríamos ahora en un vehículo moderno, sino a través de un sistema compuesto por una palanca que es operada a través de un cable que hace la vida algo más fácil.
Tomando el Ferrari, hay una pequeña palanca debajo del salpicadero, bien a la izquierda o a la derecha del volante (dependiendo del mercado). Tirar de esa palanca soltaría el pestillo y abriría un poco la puerta del pasajero, salvando al conductor del Ferrari de la indignidad de tener que inclinarse sobre el túnel central y abrir la puerta del pasajero como una especie de animal inmundo. Quien tenía dinero para comprar un 500 Superfast, no podía ejecutar tales acciones, como un pobre que va al trabajo en un sencillo automóvil generalista.
Sin embargo, a tenor de lo que pueda parecer, era un elemento opcional que pertenecía al paquete di Lusso. En el Cedric de Nissan tiene también cierto sentido, especialmente si tenemos en cuenta que muchos de los choferes japoneses son bastantes educados, y en un día de lluvia, por ejemplo, se tomaban la molestia de abrir la puerta para el pasajero desde dentro, sin que el cliente tuviese que perder el tiempo tirando de la manija ni el conductor tuviese que salir fuera para abrirle. Es cuanto menos curioso, ¿verdad?
Fuente: Jalopnik