El interés por los combustibles alternativos no es algo nuevo en el sector de la automoción. Aunque ahora se presta mucha más atención a la electrificación y al control de las emisiones, ya hace décadas se exploraban vías alternativas a la gasolina y el diésel tradicionales. Tanto es así, que en 1979 apareció el primer modelo en serie movido por etanol. Se trató del Fiat 147 Cachacinha, un proyecto que fue gestado en Brasil y que puso la primera piedra en el tema de la incorporación de combustibles alternativos en la gama.
El etanol es un combustible que se obtiene de la fermentación de azúcares. Suele ser mezclado con gasolina y la principal ventaja es que reemplaza parcialmente a otros derivados del petróleo. Fue hace 45 años cuando la marca se preocupó por hacer una versión menos contaminante con el mítico 147 como recipiente para este experimento. Brasil era el lugar ideal para realizarlo debido su programa ProÁlcool (Programa Nacional de Alcohol) en 1975 con incentivos para la producción de etanol a partir de caña de azúcar, fruto de la crisis del petróleo.
Fiat participó con un 147 motivo a etanol que todavía era un prototipo, pero que sorprendió tanto que decidieron llevarlo a producción. Realizó una fase de desarrollo bastante intensa, incluyendo un viaje de 12 días y 6.800 kilómetros por el país. A más de 500 kilómetros diarios, por diversos terrenos y temperaturas altas, demostró que estaba listo para salir a la venta. Lo hizo en julio de 1979 y demostró rápidamente que es lo que la gente necesitaba en ese momento de crisis y de precios altos de la gasolina.
Al motor de gasolina de 1.3 litros se le hacían algunas modificaciones como subir la relación de compresión a 7,5:1 y carburación pasó a trabajar con una mezcla aire-combustible mucho más rica. Eso hacía que el consumo fuera más elevado, pero repostar etanol seguía mereciendo la pena. La potencia se quedaba en 62 CV y se mostró como un vehículo muy aprovechable. Entre 1979 y 1987 se vendieron 120.516 unidades del Fiat 147 Cachacinha. Ese sobrenombre se le dió por el olor que desprendía del escape, que recordaba al del licor de caña de azúcar.
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