Decía la escritora Dorothy Parker que «el aburrimiento se cura con curiosidad, pero que la curiosidad no se cura con nada». Por lo tanto en esta curiosidad enfermiza, nos hemos preguntado sobre el origen que dio vida al sistema de control de crucero.
Y la historia es digna de ser contada.
Para empezar, vamos a hacer una definición muy técnica sobre el control de crucero. Este es un sistema que permite al vehículo configurar una velocidad determinada y mantenerla de forma constante y uniforme sin necesidad de que el conductor tenga que pisar el pedal.
Los orígenes de este sistema se remontan a comienzos del siglo XX. La extinguida marca británica de coches, Wilson-Pilcher, equipaba un sistema capaz de regular la velocidad de forma constante obra de la fabricante de elementos para el automóvil, Peerless.
La publicidad de esta empresa norteamericana, prometía a las marcas de coches la posibilidad de que sus coches pudiesen mantener de forma constante la velocidad tanto si se va cuesta abajo o arriba.
Sin embargo, pese a la innovación de este sistema, registros históricos confirman que el sistema de crucero se remonta incluso a años anteriores. En 1788, el inventor escocés James Watt, conjuntamente con Matthew Boulton, ya habían desarrollado una tecnología capaz de controlar la velocidad en las máquinas de vapor.
Una idea muy primitiva, casi anecdótica que no consigue del todo explicar el sistema de control de crucero moderno. Para esto, tendríamos que regresar una vez más al futuro hasta la década de 1940.
Ralph Teetor, es en entonces un señor del estado de Indiana, que aparte de ser un respetado ingeniero, ocupa la presidencia de la compañía de fabricación de elementos para el automóvil, The Perfect Circle Co.
Y es que pese a que debido a un accidente cuando tenía cinco años, perdiese la visión, esto no se volvió nunca para Teetor en un impedimento para llegar lejos en la vida.
Así, un día en el que iba de copiloto con su abogado, el cual tenía la manía de acelerar y frenar mientras hablaba, se le pasó por la cabeza una solución que decidió plasmar de forma teórica hasta que en 1945, obtuviese su primera patente.
Había diseñado el primer sistema de control de velocidad automático. Algo que consiguió desarrollar y fabricar en su empresa y que Chrysler incorporaría en algunos de sus modelos en 1958.
De esta forma el invento de Teetor funcionaba de la siguiente manera: El acelerador estaba compuesto por un motor eléctrico que se accionaba gracias a un tornillo bidireccional. Que a su vez se movía gracias a un electroimán.
Por consiguiente, un poste de 12 voltios centrado en el acelerador se encargaba de regular el giro de los tornillos y por tanto del motor para mantener constante la aceleración.
El sistema de control de crucero se convirtió pronto en toda una revolución en Estados Unidos. Por una parte resultaba extremadamente cómodo en un país cuyas distancias pueden ser astronómicas. Y también debido a la crisis del petróleo del 73, en la que los conductores estadounidenses confiaron en el sistema de control de crucero como una manera efectiva con la que ahorrar combustible.
Pese a las críticas que dicho sistema recibió y recibe en la actualidad, no deja de ser una innovación que sirve de punto de partida para otras tecnologías como la del coche autónomo.
Por su parte, Ralph Teetor ascendió hasta el Olimpo ingresando el Salón de la Fama del Automóvil americano y demostrando que la mayor discapacidad en una persona suele ser la que nos imponemos nosotros mismo.
Fuente: Jalopnik