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1957 Ford Fairlane 500 Skyliner (3)
Luis Blázquez

¿Cuál fue el primer coche con un techo duro retráctil eléctrico?

Cuando pensamos en un descapotable, normalmente se nos viene a la cabeza un coupé en el que la capota la quitamos y ponemos mediante un botón. Bueno, hay quien también tenga un gusto por lo analógico, y prefiera un sistema de capota manual como la del MX-5 Roadster. Sin embargo, si el modelo en cuestión es algo más grande (algo que no es difícil de superar con los 3.915 mm de longitud del nipón) o el techo es de chapa, la operación se complica con creces.

Es por eso por lo que se inventó el techo retráctil, especialmente diseñado para capotas rígidas cuyo peso es más elevado que las de lona. Hoy en día, dicho mecanismo es bastante común y difícilmente impresionante, pero ¿alguna vez te has preguntado dónde comenzó todo? Ben P. Ellerbeck concibió un techo rígido retráctil operado manualmente en un modelo Hudson coupé hace más de un siglo. Luego, el concepto fue aplicado por el innovador francés Georges Paulin en 1931 y patentado como un techo electrónico bajo el nombre de “Éclipse”.

Este fue utilizado más tarde por Peugeot para su 401 D Éclipse Décapotable, el primigenio de la oferta cabriolet de la firma del león, y considerado como el primer descapotable “moderno”. El susodicho partía de un modelo 401 de dos puertas que se mandaba a Carrosserie Pourtout, un carrocero local popular. La marca conoció allí a Georges Paulin, un ex dentista, aficionado a los automóviles que acabó siendo contratado como diseñador para Peugeot. Sin embargo, Europa seguiría apostando por los techos de lona fuertemente hasta finales de los 90.

Peugeot 401D Éclipse Décapotable (1941)

Al otro lado del charco, en Estados Unidos, Chrysler introdujo por primera vez el techo retráctil en el prototipo Thunderbolt mostrado en el Salón del Automóvil de Chicago de 1941 y contaba con un sistema hidráulico manual para ejecutar la operación de plegado/desplegado. Seis años después, una pequeña entidad de Nueva York llamada Playboy (sí, la misma que daría nombre a la conocida revista) comercializó un coupé-cabrio con un techo rígido de varias piezas, pero, tristemente, solo pudo dar a luz a 97 unidades durante sus casi cuatro años de vida.

Eso nos hace indagar sobre del primer coche con un techo duro retráctil eléctrico un poco más adelante en el tiempo. Concretamente a 1957, cuando Ford se adelantó al resto de compañías automotrices ofreciendo esta función en el Fairlane 500 Skyliner. La creación del ingeniero Gil Spears, director del Estudio de Diseño Avanzado de la marca, fue diseñado originalmente para el Lincoln Continental de 1956. Pero esto habría hecho que fuese prohibitivamente caro, por lo que la gerencia más alta tomó la decisión de entregar el proyecto a la división Ford.

En ese entonces, la línea de modelos Fairlane era la más exitosa del fabricante de Detroit. Bien, a Spears se le atribuye la propuesta de esta característica, pero el hombre que la hizo posible fue Ben Smith. Este joven ingeniero provenía de uno de los rivales directos de Ford al otro lado de la ciudad, General Motors (GM), y recibió la orden de diseñar y perfeccionar el mecanismo en tan solo 18 meses.

Apodado “Hide-Away Hardtop”, el complejo sistema que armó en un tiempo récord no empleó la hidráulica. En cambio, tenía siete motores eléctricos (seis para los modelos de 1959), cuatro gatos elevadores, varios relés, 10 sensores de contacto, 10 solenoides, cuatro dispositivos de bloqueo para el techo y dos para la puerta del maletero, así como 185,9 metros de cableado. Todos estos componentes permitieron que el panel frontal del techo se plegara y, junto con toda la estructura, se retrajera suavemente bajo de la puerta del compartimento de carga.

Para acomodar la parte retráctil, la sección trasera del Fairlane 500 tuvo que alargarse, pero la distancia entre ejes de 2.997 milímetros permaneció sin cambios. Esta característica también afectó gravemente al espacio del maletero, que se limitaba a una cesta textil que apenas podía acomodar una maleta cuando se escondía el techo. Aún con esas, el “Hide-Away Hardtop”fue una maravilla de la ingeniería para la época, especialmente porque el conductor podía subir o bajar la capota desde el interior del vehículo con solo presionar un botón, algo inaudito.

La gente acudió en masa a los concesionarios para verlo en acción, e incluso si era el modelo más caro de Ford, los Fairlane 500 Skyliner se vendió como churros. Mecánicamente, el coche estaba propulsado por diferentes motores V8. Para 1957, el motor estándar era una unidad de 4.8 litros que generaba 209 CV y 403 Nm, mientras que el bloque de 5.1 litros podía generar de 248 CV y 450 Nm a 304 CV y 595 Nm. Con un peso que oscilaba en torno a las dos toneladas, la velocidad absoluta o los consumos no eran su punto fuerte, pero era un crucero agradable.

Durante tres años, 48.394 unidades hicieron que el Ford Fairlane 500 Skyliner fuese el primer coupé-convertible en alcanzar números de producción en masa de cuatro y cinco dígitos. Sigue siendo de hecho, más de seis décadas después, un ejemplo fascinante del ingenio automotriz y un diseño que, sin duda, representa la ostentosidad y bonanza económico de la era espacial de los años 50 en Estados Unidos. Bajo estas líneas puedes ver algunos vídeos promocionales del Fairlane 500 Skyliner. Pedimos disculpas por la calidad, pero los 50 no daban más de sí.

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