Todos sabemos que el CO2 (dióxido de carbono) que generamos crean el efecto invernadero y están provocando un efecto negativo en el Planeta, conocido como cambio climático (esperamos que aún sea reversible). Algunos expertos llevan estudiando años las posibilidades de capturar CO2 emitido, pero luego es difícil conseguir que el proceso sea rentable. parece que es ahora cuando se está llegando a buen puerto. Dos son los proyectos que han surgido en Norteamérica y han llamado nuestra atención.
En primer lugar, los científicos del Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley y la Universidad de California en Berkeley (EE.UU.) han desarrollado un sistema de marcos orgánicos covalentes. Pero ¿qué son y cuál es su función? Se trata de unas estructuras superporosas compuestas por catalizadores, que convierten el dióxido de carbono en monóxido de carbono, que puede ser utilizado para la fabricación de otros tipos de combustibles, e incluso fármacos.
Aunque estos marcos orgánicos covalentes, creados en la primera década de 2000 por Omar Yaghi, tienen una gran variedad de aplicaciones, el verdadero reto es estudiar si todo el dióxido de carbono capturado se puede convertir en material base para la fabricación de otro combustible. Aunque la investigación está en fase temprana, representa un gran paso para el estudio de capturar CO2 no solo procedente del aire, sino también de desechos.
Carbon Engineering
Otro paso para la captación del dióxido de carbono es la gran planta llamada Carbon Engineering que ha sido fundada por un científico canadiense llamado David Keith en la ciudad costera de Squamish, Columbia Británica, en Canadá. Esta curiosa construcción podría llegar a absorber hasta una tonelada de dióxido de carbono al día, pero como bien ha afirmado el científico, «no está diseñada para reducir los gases de efecto invernadero».
El verdadero motivo, una vez más, es intentar rentabilizar el CO2 y convertirlo en combustible para aplicarlo en el transporte. Para conseguirlo, los científicos han mezclado algunas de las tecnologías usadas en otras industrias, como la del papel. El proceso mezclaría el dióxido de carbono con una serie de líquidos, que reaccionan cuando contactan con él. Posteriormente dicho líquido sería mezclado con hidrógeno, extraído del agua, que permitiría el movimiento de los automóviles a través de un electrolizador. Este sistema se aplicará en menos de un año en la red de autobuses de la Columbia Británica
Aunque el proceso parece sencillo, es muy costoso, pues requiere de un alto coste energético, además de los altos costes del sistema. Aún así, un mercado activo para este tipo de combustibles haría mucho por la rentabilidad del proceso, al menos para sistemas a pequeña escala. Una vez esté finalizada la planta de Squamish, el coste de producir el combustible será mucho mayor que el de los tradicionales, pero Keith espera que con el uso de la energía solar (cuando el proceso se escale) pueda producir el combustible por 1 dólar por litro.
Una vez más, el problema es la inversión inicial, así como la comercialización de su uso y rentabilización del proceso. Aún así, cada vez estamos más cerca de contrarrestar las emisiones de CO2. Quién sabe si el día de mañana dejaremos de usar diésel y empezaremos a consumir un nuevo combustible que hoy aún nos parece tan remoto.
Fuente: Technology Review, Carbon Engineering