Vivimos en una sociedad consumista. Es preferible tener un buen modelo de coche en el garaje, a la vista de todos, que poder llegar a fin de mes con solvencia. Somos esclavos del qué dirán. Pero quienes viven en la actualidad no son ni los primeros ni los últimos en cometer este tipo de errores. Son muchos los que compran un coche que no se pueden permitir. Ni piensan en su mantenimiento. Incluso conocemos a varios de ellos.
Pero este hecho no es novedad ni algo inherente a la sociedad occidental. Aunque pueda resultar sorprendente, el propio Adolf Hitler, en 1923, intentó conseguir un descuento y ciertas condiciones favorables para comprar a plazos un Mercedes-Benz de la época.
Quizá lo más curioso es que en aquel momento Hitler estaba en la cárcel. El motivo, una alta traición que comenzó a llevarse a cabo en una cervecería tras una fallida revolución. El dictador alemán confiaba plenamente en que saldría de prisión en pocos meses. Aunque su optimismo era ilógico ya que no contaba con ingresos. Todavía su obra Mein Kampfy no se había publicado. Lógicamente, por su situación económica, se puso en contacto con un distribuidor solicitando un trato especial.
Desde su estancia en la cárcel sintió una gran debilidad por el Benz 11/40. No tenía mal gusto. Era una elegante berlina de la época, que contaba con un motor de 2.8 litros y 40 CV. Su comercialización se produjo de 1923 a 1925.
Finalmente no quedó constancia sobre si efectuó o no la compra de su ansiado 11/40. De lo que sí hay constancia es de la carta que escribió al distribuidor para hacerle partícipe de su requerimiento. Tal vez la frustración de no poder conseguir ese pequeño trofeo provocó en él la necesidad, siendo Führer, de apostar por otra marca, por el «coche del pueblo alemán», el Volkswagen Type 1.
Queda claro que la imagen y la marca de un coche era importante entonces y lo sigue siendo ahora.
Vía: TGCOMMondo