A día de hoy, un enorme porcentaje de los coches que circulan por nuestras carreteras son turbo. Décadas atrás la tendencia era diferente y los motores atmosféricos suponían una opción más simple y fiable. Sin embargo, la necesidad de reducir los consumos y las emisiones en los coches ha hecho que el panorama cambie. Una medida clara era reducir la cilindrada de los motores, pero eso también repercutiría directamente en su potencia.
La solución para tener mecánicas pequeñas con consumos y emisiones contenidos, que al mismo tiempo mantuvieran su potencia y desempeño tiene un nombre propio: turboalimentación. No es un recurso nuevo, pues se comenzó a usar a mediados del siglo pasado. Por su popularidad ha llegado en las últimas décadas y es una tendencia que no parece que se vaya a detener. Por eso es de vital importancia conocer todos los detalles de este elemento y aprender a hacer un mantenimiento correcto.
¿Qué es el turbo?
La turboalimentación, o turbo a secas, es un sistema de sobrealimentación que consigue comprimir el aire que circula hacia el motor haciendo una mezcla más rica. Con un turbocompresor se consigue enviar una mayor cantidad de oxígeno que también llega a una mayor cantidad de combustible. De esta forma se lograr ese aumento de potencia que mencionábamos antes y una respuesta más contundente que se nota cuando el turbo entra en funcionamiento.
Consta de un par de turbinas, una que gira gracias a la acción de los gases del escape y otra en el otro lado que gira al mismo tiempo y que empuja el aire hacia la admisión del motor. Durante este proceso, el turbocompresor puede girar a una velocidad de hasta 200.000 rpm y alcanzar temperaturas de hasta 900 ºC. Como decíamos, los gases del escape salen a una temperatura muy elevada y no sería positivo que llegaran así a la admisión del motor.
Por eso es vital la función del intercooler, que se sitúa entre ambas partes para poder enfriar el aire que va desde el turbo hacia el motor. En este sistema también hay una válvula de descarga para eliminar la presión adicional que llegue del escape. Hablando de presión, cada vehículo tendrá un diferente tamaño y presión de soplado, así como una configuración distinta. Ya hablamos a fondo de todos los tipos de turbo que existen.
Cuidados del turbo
El turbo es un elemento que no requiere demasiado mantenimiento, pero sí hay algunas acciones que aumentarán su vida útil. Lo primero es muy sencillo y llega a la hora del arranque. Siempre es conveniente dejar el motor al ralentí alrededor de un minuto para dar tiempo a que el aceite se expanda por todos los recovecos de la mecánica. De esta forma el turbocompresor estará lubricado cuando salgamos. Esto es especialmente importante con temperaturas bajas.
La mecánica no alcanzará su temperatura óptima hasta pasado un rato, así que mejor no forzar en los primeros minutos. También es conveniente dejar un tiempo de enfriamiento antes de apagar el coche. Dejar el coche a ralentí antes de quitar el contacto también ayudará a que el aceite no cambie de temperatura tan drásticamente y provoque algunos daños. Llegados a este punto queda claro que es muy importante utilizar un aceite de calidad en el coche, pues eso repercute en el turbo.
Averías del turbo y síntomas
Como decíamos, el turbo es un elemento bastante resistente que no se estropeará con facilidad. Sin embargo, esto no quiere decir que esté libre de averías. Por suerte, en muchas ocasiones habrá algunos síntomas que nos advertirán de un funcionamiento anómalo antes de que se rompa el turbocompresor. En primer lugar hay que vigilar el aceite, si hay un consumo excesivo (algo que se manifiesta mediante humo blanco saliendo del escape) podría haber deterioro en alguno de los casquillos.
Dependiendo del tipo de turbocompresor, sentir que el vehículo da tirones o pérdidas de potencia, algo que se puede deber a una válvula de descarga dañada. Otro síntoma que puede suceder es que se oigan silbidos o sonidos más fuertes procedentes del motor, cuyo motivo podrían ser los manguitos o las abrazaderas del turbo. Los ruidos del motor pueden deberse a varias cosas, por lo tanto es recomendable contactar con un profesional al detectarlo.
Será mejor prevenir que curar y siempre tratar de pillar la avería del turbo antes de que haya que sustituirlo por completo. Esta operación puede superar los 1.000 euros, dependiendo del tipo de turbo y de vehículo.