Después de la primera parte de nuestras recomendaciones de conducción invernal, en esta segunda parte haremos especial hincapié en la nieve, el hielo, la niebla y el viento.
NIEVE Y HIELO
Son los dos fenómenos meteorológicos que más condicionan la adherencia.
La nieve es más benigna, ya que, por una parte se ve y, por otra, permite un mínimo de capacidad de dirección.
En cambio, el hielo es más traicionero. Puede presentarse sin que haya ni una sola gota de nieve en cien kilómetros a la redonda y su coeficiente de adherencia es prácticamente nulo. Preverlo es relativamente posible, en algunos casos.
Las placas suelen formarse en zona de sombra y en las cercanías de los cursos o masas de agua, debido al mayor grado de humedad. Y especialmente en los puentes, en los que el asfalto se enfría con mayor facilidad por encontrarse suspendido en el aire.
Este tipo de terrenos debemos abordarlos a muy baja velocidad y con el motor a un régimen mínimo, insertando la marcha necesaria para movernos en un margen entre 1.500 y 2.500 rpm. Con ello conseguiremos que nuestros movimientos sobre el acelerador se transmitan al asfalto de forma muy suave y progresiva, lo que ayudará a mantener la motricidad. El pedal del freno apenas debemos tocarlo, ya que la capacidad de frenada es la que más se reduce. Incluso con ABS se produce un alargamiento de la frenada.
Si nos vemos obligados a realizar viajes por carretera en época invernal, no debemos olvidar llevar las cadenas, o utilizar en nuestro coche los denominados “neumáticos de invierno”. Dos opciones que tienen sus pros y sus contras.
CADENAS
Entre los meses de noviembre y marzo, la DGT recomienda llevar las cadenas en el maletero. No es un repuesto obligatorio, pero si el tiempo empeora y comienza a nevar, será imprescindible para poder circular. Primero, por seguridad y, en segundo lugar, porque los agentes no nos dejarán continuar para evitar que nos quedemos bloqueados y contribuyamos a dificultar las condiciones de circulación, ya de por sí complicadas.
Sin embargo, según una encuesta, sólo un tercio de los españoles sabe colocar las cadenas en su coche y, en la misma proporción, desconoce en qué ruedas deben situarse. Por ello, convendría que, al menos la primera vez, probáramos en un descampado porque, en una situación real, las condiciones serán más exigentes e incluso peligrosas. Si no sabes cómo hacerlo, estaría bien que vieses este vídeo del RACE que enseña cómo poner las cadenas.
Debemos poner las cadenas antes de que sea imposible avanzar. Buscaremos un lugar fuera de la carretera y las montaremos en el eje de tracción. Ya en marcha, no se recomienda que superemos los 30 km/h y, tan pronto como deje de haber nieve en el asfalto, las desmontaremos, pues deterioran rápidamente la goma de las ruedas y la propia carretera.
Existen varios tipos de cadenas. ¿Qué cadenas te convienen? Échale un ojo al segundo vídeo de este post. Las más utilizadas son:
Metálicas: Son las de siempre. Cuestan entre 20 y 90 euros y son duraderas y eficaces, aunque también son ruidosas y cuesta un poco instalarlas.
Líquidas: Consisten en un spray que proyecta una película adherente en la banda de rodadura, pero no es muy eficaz. No sustituyen a las convencionales cuando se exigen cadenas para circular.
Semiautomáticas: Son altamente eficaces y de fácil montaje, aunque requieren preinstalación y suelen utilizarse con neumáticos de perfil bajo. Su precio oscila entre 300 y 500 euros.
Textiles: Son de fácil montaje, reducido peso y volumen y su precio oscila entre 65 y 120 euros.
NEUMÁTICOS DE INVIERNO
En carreteras con fuertes nevadas, la normativa exige cadenas o bien neumáticos de invierno. Según el Consorcio del Caucho, que agrupa a los cinco mayores fabricantes mundiales de neumáticos, por debajo de 7ºC, los neumáticos convencionales pierden adherencia y se alarga la distancia de frenado respecto a unos de invierno: aproximadamente 6 metros en mojado a 80 km/h y 31 metros más si se frena sobre nieve a 50 km/h.
Este tipo de neumáticos, que en el centro y norte de Europa aglutina el 30% del mercado, en España apenas alcanza el 1%, a pesar de que en nuestro país existen regiones con orografía y climatología proclives a su uso.
Por ello, los fabricantes han realizado diversas campañas de promoción, ofreciendo un servicio de guardería gratuito, como sucede en otros países, para almacenar los neumáticos mientras no se usan. Estos neumáticos tienen un comportamiento tanto en suelo mojado como en nieve mucho más eficaz que los convencionales, aunque tienen un coste entre el 8% y el 15% superior. Hemos resumido en ocho preguntas que debes hacerte si conviene que compres neumáticos de invierno o no.
Un neumático de invierno se distingue de uno convencional en cuatro aspectos:
• Dibujo mucho más recortado y profundo que el normal con el que se logra una mayor evacuación del agua.
• Laminillas en los tacos, cuya finalidad es mantener la adherencia en superficies deslizantes como nieve y barro.
• Goma especial que conserva sus propiedades con bajas temperaturas.
• Se identifican con la denominación M + S (Mud and Snow – Barro y Nieve), junto con un pictograma que representa una montaña de 3 picos y un copo de nieve.
NIEBLA
Uno de los factores más críticos en los meses invernales es la falta de visibilidad. Pero en el caso de la niebla, se da la peor de las situaciones y resulta complicado conseguir no sólo ver, sino ser vistos.
Por ello, además de encender inmediatamente el alumbrado correspondiente, debemos adaptar nuestra velocidad a la visibilidad. Del mismo modo, es recomendable evitar los adelantamientos porque es difícil avistar a los vehículos que vienen de frente hasta que no están encima. Además, la niebla puede presentarse por sorpresa a cualquier hora del día o de la noche.
Por otra parte, generalmente se desaconseja utilizar las “largas”, ya que su haz de luz rebota en el espejo que forman las gotitas en suspensión y deslumbra. Como muchos recordaremos, el alumbrado obligatorio de niebla sólo afecta a las luces posteriores, aunque es recomendable llevar también las delanteras, ya que, por su posición en un plano más bajo que el de cruce, contribuye a penetrar mucho mejor en la niebla.
No obstante, conviene racionalizar su uso, ya que el alumbrado de niebla puede causar deslumbramientos. En ocasiones, una niebla ligera de noche hace que muchos conductores accionen automáticamente la luz trasera de niebla mientras que, con una niebla más espesa, de día, mantienen el alumbrado de carretera.
¿Cómo saber cuándo encender el alumbrado antiniebla trasero? Nuestra mejor referencia son los demás conductores: si circulamos de noche, a veinte metros del coche que nos precede, y su luz de niebla nos deslumbra, es evidente que resulta innecesaria. Apagaremos entonces la nuestra para no molestar a los que circulan detrás.
VIENTO
El viento es, probablemente, uno de los fenómenos más delicados por el factor sorpresa. Debido a las amplias superficies laterales de los camiones, autocares, autocaravanas o turismos que arrastran un remolque o llevan una voluminosa baca, son los vehículos más expuestos, ya que se origina una especie de efecto pantalla. Pero también lo están aquellos otros mucho más ligeros, como por ejemplo los de dos ruedas.
En el interior del automóvil resulta casi imposible prever la presencia del viento, lo mismo que su intensidad o dirección hasta que notamos que sacude nuestro vehículo. Sin embargo, si nos fijamos en las plantas y arbustos del borde de la carretera, su grado de inclinación y hacia dónde lo hacen, nos darán una idea de su intensidad y dirección.
Cuando el viento sopla con fuerza sobre la carretera, tarde o temprano los vehículos se verán afectados por su empuje lateral, que es realmente cuando puede representar un grave peligro de vuelco o de salida de la carretera. Pero hay dos situaciones en las que se debe extremar la precaución: al adelantar a otro vehículo (especialmente si es voluminoso) y al salir de una zona protegida (un túnel, una trinchera, etc.) a otra llana.
En ambos casos debemos disminuir ligeramente la velocidad y sujetar firmemente el volante con las dos manos, preparándonos para corregir las desviaciones de trayectoria que se produzcan. Nuestros movimientos tienen que ser suaves, procurando no efectuar gestos bruscos con el volante que puedan agravar la situación y provoquen bandazos en el coche. Tampoco debemos olvidar que, en estas condiciones, es importante mantener una cierta cantidad de aceleración, de forma que la fuerza del motor nos ayude a mantener la trayectoria.
Si nos cruzamos con algún vehículo voluminoso y el viento sopla por nuestra izquierda, la corriente se verá interrumpida por un instante, con lo que nuestro coche tenderá a desplazarse hacia ese lado, e inmediatamente, a la derecha. En cambio, si el viento procede de la derecha, al adelantar a un camión nuestro coche se verá aspirado por el vehículo grande durante más tiempo y, al finalizar el adelantamiento, reaparecerá el viento, dificultando la reincorporación a nuestro carril.
En todos los casos conviene aumentar en lo posible la distancia de seguridad y la lateral con otros vehículos y mantener la suficiente potencia para vencer la resistencia del viento.