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1953 Kircher Special – Mercedes-Benz (16)
Luis Blázquez

Kircher Special: la rocambolesca historia del desconocido pariente del Mercedes 300 SL

En ocasiones, se suele decir que la realidad supera a la ficción. La historia de Kircher Special nació de el sueño de una pareja estadounidense que ansiaba tener el mejor coche deportivo del mundo. Para construirlo se necesitaron muchos componentes de origen inglés, aunque terminó con un motor y una caja de cambios alemana que debía estar en un Mercedes 300 SL, el cual no pudo disfrutar ninguna de las dos cosas hasta hace unos años.

Charles Hughes, físico, era uno de esos caballeros que seguiría su interés en el mundo de la velocidad comprando un Jaguar XK 120 a un tal Kurt Kircher. Este último, que anteriormente había trabajado para General Motors desarrollando motores V8 y la caja de cambios Powerglide (la primera transmisión automática ofrecida en un coche asequible, en 1950), en ese momento era dueño de una tienda dedicada a los componentes de alto rendimiento en Colorado.

Los dos se hicieron amigos rápidamente. Kircher tenía un título en ingeniería automotriz y Hughes uno de física, así como un garaje para alojar hasta seis coches. Después de servir en la Segunda Guerra Mundial querían construir sus propias variaciones de los pequeños y ligeros roadsters que habían encontrado en Europa, particularmente en Gran Bretaña. Además del XK 120 que Hughes compró, Kircher ya competía con su propio Allard J2X con motor Chrysler.

Fue entonces cuando, a principios de los años 50, la pareja decidió que “sería divertido intentar construir algo mejor” que lo ya habían tenido entre manos, según una historia que Kircher escribió unos años antes de su muerte en 2004. Así, se comenzó a gestar el que sería un pariente del icónico Mercedes-Benz 300 SL “Gullwing” y un competidor nato para otras grandes marcas como Ferrari o Porsche, aunque hay historia antes de eso.

Familiarizados con el tren motriz del Jaguar, Kircher y Huges decidieron crear un coche de carreras desde cero alrededor de un motor de seis cilindros y 3.4 litros y la transmisión manual de cuatro relaciones de un XK120 accidentado. El ingeniero diseñó el chasis tubular perforado de cromo-molibdeno, la suspensión trasera de tipo De-Dion y los tambores de las ruedas traseras. La suspensión delantera también era de origen inglés, al igual que la dirección (MG).

El diferencial trasero vino de Halibrand, mientras que el resto de las piezas fueron compradas o sacadas de otros coches donantes. La carrocería es un diseño único de Charlie Lyons, quien la construyó a mano con aluminio utilizando la influencia del diseño de los descapotables italianos y británicos de la época. Curiosamente, presenta una construcción de dos piezas con la mitad superior completamente extraíble para facilitar la vida de los mecánicos.

Kircher lo bautizó con su propio nombre, Kircher Special, y salió a la pista. El coche era rápido y se manejaba bien. “No tengo una lista de todos los eventos en los que participamos”, escribió. “Pero ganamos más y nunca lo hicimos peor que el tercero en la clase”. Aun así, a mediados de la década de los 50, Porsche y Ferrari mejoraron sus productos, así que tanto Kircher como Hughes decidieron que ellos también necesitaban algo mejor para plantarles cara.

Se decidió instalar un motor nuevo y más potente, y descubrieron que el bloque de seis clindros en línea del 300 SL “Gullwing” encajaría perfectamente en el compartimento del motor. La unidad original de Mercedes que se había encontrado en un ejemplar destrozado fue cambiada a un amigo en Alemania por una versión modificada de alto rendimiento que, aparentemente, había sido preparada para la Mille Miglia, con su respectiva transmisión de cuatro velocidades.

Si era este el motor de carreras el que se instalaría en el Kircher Special, entonces presentaba una serie de mejoras prestacionales bastante destacadas, incluido un árbol de levas reforzado que aumentaba la potencia por encima de los 240 CV. El rendimiento fue descrito como “enérgico”, lo que probablemente es una subestimación dado su bajo peso y la elevada potencia de salida, especialmente si tenemos en cuenta los estándares de hoy en día.

Poco después, sin embargo, avances como los frenos de disco de freno hicieron que los tambores se viesen como algo arcaico, y los propietarios decidieron no invertir más en él. El Kircher Special finalmente pasó carrocero Lyons, quien aparentemente cambió de nuevo su corazón mecánico por uno de otros 300 SL que tenía en Colorado Springs. Después pasó al coleccionista de Bugatti Carlton Coolidge y al Museo Blackhawk, antes de que pasara a manos de Court Whitlock, en Missouri.

Whitlock lo llevó a estirar las piernas en carreras vintage en Estados Unidos, así como a lugares más remotos como Nueva Zelanda, Singapur o Malasia. También aprovechó para hacer restaurar el coche cosméticamente por los especialistas de Moore’s Automotive Archaeologist y lo mostró en el Amelia Island Concours de 2014. Y si pensabas que el relato ya había terminado, siento decepcionar.

Jack Gallivan, a sus 75 años, estaba buscando unir su 300 SL de 1957 con su motor original. Tras una ardua investigación, dio con que la unidad motriz de sus “alas de gaviota” correspondía a la que estaba bajo el capó del Kircher Special. Después de mucha consternación y negociación, Gallivan tuvo que comprar el coche entero. Los orgános mecánicos fueron intercambiados , aunque motor necesitaba una reconstrucción completa antes de poder regresar a las carreteras sinuosas.

En los últimos años, este bello y especial roadster tuvo otra restauración estética por el equipo de Moore’s Automotive Archaeologists, como se puede ver en la galería de imágenes. Su última aparición pública la encontramos el 16 de agosto de 2019, cuando fue subastando por Bonhams en Quail Lodge por 276.520 euros. ¿Mucho? ¿Poco? Eso es muy relativo. Lo que está claro es que es un coche muy especial, destinado a ser una pieza de colección.

El Kircher Special no tiene techo ni parabrisas. También carece de ventanas, ventilación, equipo de sonido, puerta del lado del conductor, velocímetro o cualquier otra comodidad moderna. “Estás expuesto desde los pezones hacia arriba. No tienes protección. Pero incluso en el frío de la noche, bajo la lluvia, en la oscuridad, el inmenso calor se derrama a través de ese cortafuegos”, explicó Gallivan. Pero a quién le importan esas cosas cuando, simplemente, quieres conducir.

Fuente: AutomobilemagBonhams

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