Lo del Bentley Mulsanne era la crónica de una muerte anunciada. La berlina más lujosa de la firma de Crewe llegaba al final de su producción y se despedía sin ningún tipo de sucesor a la vista. Pero no solamente hablamos del final del modelo, sino también de la mecánica que monta. El motor V8 de 6.75 litros, conocido como Serie L, también deja de producirse y lo hace de una forma muy especial.
Ya hablamos del Bentley Mulsanne 6.75 Edition by Mulliner y precisamente con una de esas 30 unidades se pone fin a la producción del modelo y del motor. Después de más de una década y de 7.300 ejemplares hechos a mano terminará con una unidad muy especial de la que todavía no se han dado detalles. Aunque ya ha salido de la fábrica la penúltima, con un acabado que combina Rose Gold y Tungsten, para dirigirse a un cliente de Estados Unidos.
Lo cierto es que el Mulsanne es uno de esos Bentley que han marcado historia. Mantenía el concepto de aquellos primeros 8 litre de la década de los 30, como ya dejaron claro con la edición especial Bentley Mulsanne W.O. Edition. Llevaba la responsabilidad de ser el más lujoso de una marca en la que ese apelativo significa mucho. Ahora el testigo de ocupar la posición de buque insignia pasa directamente al Bentley Flying Spur, un modelo que acaba de ser renovado y que lleva el W12 biturbo de 6.0 litros.
Aunque no será tan especial como el Mulsanne, que deja cifras muy llamativas a sus espaldas. En los últimos 11 años, más 700 trabajadores ha contribuido a su producción artesanal, empleando casi tres millones de horas. En la terminación en cuero de los interiores se empleó más de un millón de horas y con el pulido de las carrocerías se dejaron 90.000 horas. Se calcula que en total han sido unos 42 millones de puntos de soldadura y más de cuatro millones de puntos de control para comprobar que todo estuviera perfecto.
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