Han pasado 10 años desde que el Bugatti Veyron perdió el techo con el Grand Sport Vitesse, y la marca quiere recordar la notable labor de ingeniería que lo hizo posible. Poco después de su debut en 2012, el roadster francés batió el récord de velocidad para coches descapotables, con una punta de 408,84 km/h, y lo mantiene hasta el día de hoy.
Impulsado por el maravilloso motor W16 de 8.0 litros de la marca, este coche fue el resultado directo de la demanda de los clientes de una versión descapotable del Veyron 16.4 Super Sport cazador de récords, que aumentó la potencia del propulsor a 1.200 CV y 1.500 Nm. El mayor desafío, dice Bugatti, fue asegurarse de que el coche se mantuviera estable a altas velocidades y capaz de lidiar con un vuelco. Para añadir los refuerzos, la firma fabricó la sección del techo removible con una ligera pieza de policarbonato.
Con una rigidez de 22.000 Nm por grado a lo largo de las trayectorias de carga calculadas, esta sección se convirtió en una parte vital de los estándares de rigidez y seguridad del vehículo. Sin embargo, al retirar el techo, el coche aún tenía que estar rígido. El monocasco, entonces, tuvo que ser optimizado para dar cuenta del cambio. Eso significó reforzarlo la zona de alrededor de los faldones laterales, mientras que los pilares B se endurecieron con un soporte de fibra de carbono. El túnel de transmisión también se reforzó.
De forma complementaria, las puertas también estaban hechas de fibra de carbono y tenían un soporte longitudinal con pasadores que ayudaban a pasar las cargas del pilar A al pilar B en caso de accidente. Incluso las tomas de aire a ambos lados de la cubierta del propulsor W16 se integraron en la protección contra vuelcos. “Menos el techo, el Veyron Grand Sport Vitesse demuestra cuán incomparable es la experiencia ingenieril de Bugatti”, manifiesta Christophe Piochon, presidente de la marca, en este recordatorio.
“Aunque la distribución del peso es completamente diferente cuando el techo está bajado, el vehículo se mantiene estable y acelera de manera tan impresionante como lo hace con el techo cerrado. Con el Veyron Grand Sport Vitesse, Bugatti demostró que era posible construir un hiperdeportivo descapotable con un rendimiento y una potencia de salida muy elevada que se conduce de manera extremadamente dinámica y muy cómoda”, añade el directivo francés aludiendo a la escasa diferencia patente con el coupé.
Para manejar los 199 CV adicionales sobre el Grand Sport estándar, se añadieron las tomas de aire frontales del Veyron Super Sport para otorgar más aire a los intercoolers que alimentan los cuatro turbocompresores del W16. Debajo de la entrada de aire, se podía encontrar un nuevo splitter que se complementaba con un difusor de nueva factura, lo que proporcionaba al coche un control aerodinámico adicional. Mientras tanto, un escape central y un alerón en el borde del techo ayudaron a definir el aspecto agresivo del modelo.
Todo lo cual ayudó al Bugatti Veyron Grand Sport Vitesse a alcanzar una velocidad máxima de 408,84 km/h con el techo levantado, lo que lo convirtió en el descapotable de producción más rápido del mundo, un récord que aún se mantiene hoy (al menos hasta el próximo lanzamiento de Hennessey, el Venom F5 Roadster). Aunque Bugatti limitó la velocidad máxima a 375 km/h con el techo bajado, ya era 15 km/h más rápido que el Veyron Grand Sport que lo precedió, un modelo que, ni muchísimo menos, catalogaríamos de “lento”.
“El ruido interno y las turbulencias se reducen al mínimo gracias al spoiler en el borde del techo y un deflector de viento de elaborado diseño. Incluso a velocidades máximas de más de 200 km/h, los pasajeros aún pueden mantener una conversación con la capota bajada”, explica Piochon. “Éramos nosotros atendiendo un deseo fundamental del cliente”. El último modelo de la serie Veyron, el décimo aniversario del coche, marcó un hito importante en la historia de la marca y el modelo que inició el Bugatti moderno que conocemos hoy.
Fuente: Bugatti
Galería de fotos: