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Luis Blázquez

Chrysler Thunderbolt, uno de los primeros y más ingeniosos prototipos de la historia

Hoy día, se presentan docenas de prototipos en cada edición de los salones automotrices más importantes del mundo. Según muchos historiadores del mundo del motor, esta tendencia fue iniciada por General Motors y su legendario diseñador Henry J. Earl con el Buick Y-Job de 1938. Sin embargo, apenas dos años después, Chrysler siguió los pasos de sus rivales del otro lado de la ciudad con el impresionante Thunderbolt.

La forma sigue la función. Chrysler desacreditó esa premisa con el Airflow de 1934. Sí, fue una decepción tanto en su apariencia como en las ventas, pero Alex Tremulis, del departamento de diseño de Briggs Manufacturing, creía en los prototipos aerodinámicos, una de las razones por las que el Chrysler Thunderbolt ayudaría a restaurar la reputación de la marca. La idea detrás de este vehículo nació en 1939, cuando Tremulis presentó sus futuristas bocetos al jefe de los carroceros estadounidenses de LeBaron, Ralph Roberts.

Este último quedó muy impresionado con lo que vio y consiguió concertar una reunión con el por entonces presidente de Chrysler, Dave Wallace, así como con el líder de la corporación, KT Keller. Igualmente impresionados con la propuesta, los dos ejecutivos aprobaron el proyecto y acordaron proporcionarle a LeBaron no solo los fondos necesarios, sino también el hardware de Chrysler que necesitaría el carrocero. El trabajo en el coche comenzó en 1940 y la primera tarea fue fabricar la bulbosa y vanguardista carrocería.

A diferencia de los prototipos anteriores de la marca estadounidense como el Airflow, el nuevo modelo empleó un diseño aerodinámico minimalista que se centró sobre todo en la eficiencia aerodinámica en lugar de una llamativa combinación de formas redondeadas. A excepción del capó de acero y la cubierta de la capota, toda la estructura estaba hecha de aluminio. Basado en el chasis de un Chrysler Crown Imperial de 1940, tenía más parecido a un Porsche que a los típicos cruceros asfálticos de Estados Unidos de la época.

Aunque su motor estaba montado en la parte delantera, el prototipo no gozaba de una parrilla frontal al uso, y el aire fresco entraba al radiador a través de dos amplias aberturas escondidas debajo del parachoques. Esto se hizo con el fin de mejorar el flujo de aire a altas velocidades, una idea que también sirvió para convencer a Tremulis de crear un diseño emergente eléctrico que cubriría los faros cuando no estuvieran en uso.

Otro uso inteligente de la electrónica fueron los interruptores de las puertas por botones, que permitían a los ocupantes desbloquearlas y abrirlas como marcan ahora las tendencias en los coches eléctricos. Sin embargo, su característica más impresionante llegó en forma del techo rígido completamente retráctil que transformaba el coupé en un bello descapotable con solo presionar un botón. Aunque Peugeot utilizó una técnica similar en el 401D Éclipse Décapotable casi una década antes, la idea aún era remarcable en 1940.

Los ingenieros lograron que la parte superior de una sola pieza “desapareciera” tras la cabina, creando un complejo sistema electrohidráulico que dio como resultado la casi inexistencia de espacio en la cajuela. Consecuentemente, en el interior solo albergaba un asiento de banco lo suficientemente ancho para tres personas. Pero estos compromisos valieron la pena, ya que el techo retráctil se convirtió en la característica definitoria del coche de exhibición. De hecho, no se volvió a ver en un coche hasta 1957 en el Ford Fairlane 500 Skyliner.

Fue bautizado como Thunderbolt en honor al vehículo que ostentaba el récord de velocidad terrestre en ese momento, con el que el George Eyston alcanzó las 357,53 mph (575,38 km/h) en Bonneville Salt Flats en septiembre de 1938. Mientras que ese monstruo estaba propulsado por una pareja de bloques aéreos Rolls-Royce Merlin de 12 cilindros, el corazón palpitante del Chrysler era un motor de ocho cilindros en línea y 5,3 litros, mucho más convencional, con una potencia nominal de 140 CV y 346 Nm de par motor.

Después de meses de arduo trabajo, el equipo de LeBaron logró construir no uno, sino cinco ejemplares de esta obra maestra de la ingeniería. El debut público se produjo en 1940 en el Salón del Automóvil de Nueva York, seguido de apariciones en varios eventos similares en los Estados Unidos. Cada uno de los Thunderbolt tenía una combinación de tonalidades diferente y se marcaron con un discreto rayo en las puertas. Diferencias sutiles, como la moldura envolvente exterior y los acabados del salpicadero, hicieron que cada uno fuese único.

Podría decirse que el más famoso es el denominado “El coche de cobre” que se presenta en sobre estas líneas. El chasis 7807943 se considera quizás el ejemplo más correcto de la época de las cuatro unidades que aún existen. Vendido al actor Bruce Cabot en marzo de 1941, el coche cambió varias veces de manos a lo largo de los años antes de someterse a una minuciosa restauración en 2009. Dos años más tarde, se vendió en una subasta de RM Sotheby’s por 935.000 dólares, algo más de un millón de euros en la actualidad.

Fuente: RM Sotheby’s

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