¡Qué recuerdos! En una época en la que no había demasiadas restricciones y normativas a la hora de dar vida a un nuevo coche, los fabricantes nos sorprendían con algunas características muy atractivas. Una de las que recordamos con más nostalgia son los faros emergentes, que se hicieron especialmente populares durante la década de los 80. Sin embargo, los primeros ejemplares se los debemos al Cord 810 de 1936.
A partir de este modelo se llegaba a una de las partes más antropomórfica del vehículo, con unos faros que parecían ojos, y los hizo aún más humanos, permitiéndoles abrirse y cerrarse como párpados somnolientos. Pero hoy sería difícil encontrar este detalle. En verdad, fue el Chevrolet Corvette de quina generación (C5) el último en equiparlo, en 2004. En sus inicios, los faros plegables se implementaron por su supuesta ventaja aerodinámica; al esconderse, además de conseguir un perfil más elegante, el consumo de gasolina era levemente inferior.
Los pilotos emergentes siguieron siendo populares porque el requisito de altura de los faros en la década de 1970 era más elevado que la altura deseada de un deportivo. Con el diseño de los faros salientes, las marcas eludían esta regla, elevando las luces al nivel requerido y manteniendo la estética que buscaban. A lo largo de los años, estos faros han aparecido en una amplia gama de modelos, desde vehículos compactos de precio medio como el Mazda 323 F hasta modelos de corte más deportivo y llamativo como bien puede ser el MX-5 (NA).
Antes de continuar, cabe hacer mención a la diferencia existente entre los faros emergentes y ocultos. Mientras que los primeros tienen más que ver con el fin de no romper las líneas que conformaban el diseño del frnotal para acomodar los faros, los segundos buscaban más el desafío de esconderlos solo por el placer de hacerlo. Y fue en Estados Unidos donde se explotó realmente todo su potencial en los 60. Entre las innumerables opciones disponibles, tal vez de las configuraciones más sorprendentes fue la del Buick Riviera de 1966 a 1969.
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En lo que respecta a los faros ocultos en los coches estadounidenses, había dos escuelas de pensamiento: se podían simplemente tapar las luces de alguna manera ornamentada (pero no ocultarlas realmente, como en los en algunos modelos de lujo de la década de 1970) o tratar encarecidamente de ocultar los faros (algo más típico de los 60). Con la idea de evitar huecos obvios en la cara del coche, existieron soluciones ingeniosas como la de Oldsmobile con su Toronado (I), y simplemente mover toda la rejilla hacia arriba y quitarla del camino.
Y aunque la intención es buena, coches como el Buick Riviera de primera serie (1963-1965)tenían un sistema más atractivo. Con sus unidades lumínicas apiladas verticalmente en sus propias carcasas de cada pontón, al activar las luces, de repente una especie de párpado se abre. Sin embargo, por grandioso que sea, no están exactamente ocultos en la forma en que lo están estos otros. En el fondo, sabes que los pilotos están dentro de esas cubiertas, y por tanto no existe el misterio de dónde pueden estar… hasta que ves el Riviera que le sucedió.
Mira bien la imagen. ¿Dónde crees que se esconden la pareja de luces? Aparentemente, esa parrilla no parece tener ningún panel que sea lo suficientemente grande como para ocultar los faros. Y no, esos rectángulos en los bordes exteriores son las luces de estacionamiento y los intermitentes, por lo que no están allí. ¿Se abre toda la rejilla como el Toronado? Para saber la respuesta, echa un vistazo al vídeo que hay a continuación. Pero podemos asegurar que es una de las soluciones más ingeniosas en lo referente a unos faros escamoteables.
No, la realidad es que bajan inesperadamente desde la sección más alta de la parrilla para acabar colgados frente ella. Una decisión técnica muy sutil y bien ejecutada que no rompe la estética del conjunto.