En 1970, Charles A.S. Hall, un pionero en ecología de sistemas, utilizó por primera vez el sistema llamado, Tasa de Retorno Energético, para calcular la cantidad de energía que los peces utilizan en sus migraciones.
Hoy en día, este mismo sistema se aplica para conocer cuanto petróleo es necesario para extraer un barril de crudo. “Hice muchas mediciones de flujos de energía en la naturaleza y los sigo haciendo; los principios son fácilmente trasladables a las sociedades humanas si estás formado como científico de sistemas: todo está en las reservas, los flujos y los controles”, explica Hall, en la actualidad, profesor en el College of Environmental Science and Forestry de la Universidad Estatal de Nueva York.
Los niveles de obtención del crudo han fluctuado mucho en los últimos 100 años. Si en 1900, con la energía equivalente a un barril de petróleo se extraían 100 barriles en Estados unidos, en el año 2012, con la misma cantidad de energía, apenas se obtienen una decena, e incluso menos.
El retroceso se debe a la escasez paulatina del crudo. Hace un siglo, las reservas de petróleo estaban intactas, por lo que acceder a ellas era relativamente sencillo. Ahora, para lograr acceder al oro negro es necesario perforar la tierra, realizando mayores esfuerzos y por tanto gastando más energía. La revista especializada, Sustainability, realizó una serie de estudios científicos alrededor de este concepto, de los que se concluyeron que, los combustibles fósiles tradicionales, gozan de un TRE mayor que cualquier otra alternativa que, además, está disminuyendo de forma paulatina.
Además de en Estados Unidos, un país especialmente perforado por las empresas petroleras, estás circunstancias se repiten en otros países como China, donde el TRE se ha reducido de 10 a 6 en apenas una década, o Noruega, con una tasa inferior a 40. Según las estimaciones de Hall, el TRE de la mayoría de países oscila entre 10 y 30: “Hay que usar menos petróleo, nos lo va a imponer la naturaleza”, comenta el estadounidense, que critica la “idea de los economistas de que el crecimiento es bueno y posible de forma indefinida”.
Aunque no parece razonable gastar más energía de la que se va a obtener, sí puede resultar rentable desde un punto de vista económico, teniendo en cuenta el agotamiento paulatino del crudo. Para el propio Hall, un TRE inferior a 5 deja de ser sostenible, una postura que no comparten otros investigadores como Carlos de Castro, profesor titular del departamento de Física Aplicada de la Universidad de Valladolid: “En mi opinión, si lo que se calcula no es solo la parte extractiva, sino todo el proceso de transformación y transporte del petróleo, entonces nuestras sociedades sí pueden seguir funcionando con valores por debajo de 5”.
La Tasa de Retorno Energético también puede ser aplicada en los combustibles alternativos que pretenden sustituir a los fósiles. Es el ejemplo de los biocarburantes como el de la caña de azúcar, que alcanzan un TRE de 7. Si bien, tal y como asegura De Castro, existen otros casos en los que se gasta más energía en la transformación de los vegetales de la que se va a obtener en los biocarburantes.
La solar fotovoltaica es otra tecnología cuyos beneficios provoca diferencias entre los expertos. Mientras algunos le otorgan un TRE de 8,3, Pedro Prieto, colaborador de Hall, rebaja la cifra hasta 2 o 3. “Normalmente se utilizan datos tomados en laboratorio, pero todo esto cambia en la vida real, mis estimaciones se han hecho a partir de los 4.000 MW instalados en España”. De Castro, sin embargo, mantiene una postura un poco más optimista. Aceptando el TRE de la energía solar en 2 o 3, “esto no hace inviable esta tecnología, aunque sí que es importante, pues obliga a instalar más potencia”. Este emérito profesor de la Universidad de Valladolid posiciona a los biocarburantes como la alternativa con menor TRE, a continuación de la solar, y tras la eólica o la hidráulica, las mejores posicionadas.
En el caso de la nuclear, si solo se tiene en cuenta la construcción de la central, la extracción del uranio y el mantenimiento de la instalación, el TRE nuclear estaría por encima del 5, una cifra rentable para los responsables de su consecución. Por el contrario, si sumamos el gasto de desmantelamiento de las centrales y el almacenamiento de residuos, el TRE sería inferior a 1.
Para el profesor De Castro, el cambio de combustibles fósiles a alternativos significa un desafío con muchas dificultades, para el que sería necesario sobredimensionar la potencia instalada para solucionar sus intermitencias lo que implicaría una reducción del rendimiento de estas tecnologías. Pese a todo, De Castro apuesta por las energía renovables como la opción correcta: “Las renovables son la dirección adecuada, pero no podemos esperar que sustituyan la maravilla que supone el petróleo: hay que reducir el consumo”, concluye.
Vía: ELPAÍS